Sahel: El Programa Mundial de Alimentos lucha contra el hambre
Federico Piana ¨C Ciudad del Vaticano
Esta no es la historia de un milagro. Es a la vez algo menos y algo más. Menos, porque no se basa en acciones extraordinarias, eventos prodigiosos ni inventos de ciencia ficción. Más, porque, a diferencia de los milagros, los resultados exitosos pueden replicarse infinitamente. Solo se necesita voluntad.
Un enemigo al que enfrentarse
El Sahel, una franja de territorio africano que se extiende entre el desierto del Sahara al norte y la sabana sudanesa al sur, abarca catorce naciones que luchan contra un enemigo aparentemente invencible: la inseguridad alimentaria, que se ha triplicado en los últimos años debido a los conflictos prolongados, el desplazamiento de millones de personas, el limitado desarrollo económico y el cambio climático.
Resultados sorprendentes
Aquí es precisamente donde comienza la historia. Narra algo diferente y sorprendente. Primero, los actores clave: el PMA (es decir el Programa Mundial de Alimentos encargado de apoyar a las personas con proyectos de desarrollo sostenible e iniciativas de seguridad social) y cinco países del Sahel: Níger, Burkina Faso, Malí, Chad y Mauritania.
Una idea simple pero efectiva: colaborar con los gobiernos nacionales y socios locales para implementar un programa integral de resiliencia destinado a combatir las causas profundas del hambre y la desnutrición mediante la gestión sostenible de la tierra y los recursos naturales, la prevención de la degradación del suelo, la restauración de los ecosistemas y la garantía de un acceso seguro a las fuentes de agua.
Pequeños logros
Desde su lanzamiento hace cinco años, este proyecto ha logrado resultados inimaginables en todo el Sahel: más de trescientas mil hectáreas de tierras degradadas recuperadas y utilizadas para la producción de alimentos y forrajes; más de tres mil cuatrocientas aldeas involucradas en una revolución que ha mejorado las condiciones de vida de cuatro millones de personas.
Pequeños logros que inspiran gran esperanza. Desde su oficina en Dakar, Senegal, Djaounsede Madjiangar, gerente de comunicaciones del PMA para África Occidental y Central, explicó a los medios del Vaticano que, por ejemplo:
Minimización de la desnutrición
Pero no termina ahí. En todos los países del Sahel cubiertos por el Programa, la tasa de contención de la desnutrición aguda y moderada alcanzó el 94% en el 2024, en comparación con el 64% en el 2018, con una mortalidad por causas relacionadas con la escasez de alimentos que ronda el 0,1%.
"Las imágenes satelitales ¨C revela Madjiangar ¨C han demostrado que el 72% de los sitios monitoreados en el Sahel han mostrado una vegetación mejorada. Sólo tres sitios mostraron una ligera degradación, lo que demuestra un impacto ambiental sostenible".
La clave del éxito reside, en gran medida, en acciones concretas para restaurar los ecosistemas: construir presas para recolectar agua de lluvia, crear huertos y árboles frutales, y establecer dunas para detener la expansión del desierto hacia tierras fértiles.
Capacidad a largo plazo
Luego están las medialunas excavadas en el suelo agotado, que, tras la recuperación y un tratamiento especial, vuelven a ser verdes y exuberantes. Vistas desde arriba, parecen inmensas y luminosas sonrisas.
Técnica en forma de medialuna
Esta técnica en forma de medialuna, explica el director del PMA, "es de origen indígena y se utiliza para la recolección de agua de lluvia o como almacén de granos. Es implementada por las comunidades locales, a quienes involucramos en nuestro proyecto, mientras que los gobiernos y las universidades desarrollan capacidades a largo plazo mediante la formación de futuros líderes y expertos en resiliencia".
Níger, un ejemplo virtuoso
Un vistazo a lo sucedido en Níger tras la puesta en marcha de este proyecto es asombroso. El 80% de las aldeas que pusieron en marcha iniciativas de resiliencia ya no necesitaron ayuda humanitaria durante la temporada de hambruna del 2022 al 2023.
Esto es extraordinario para una nación sumida en la escasez crónica de alimentos y los conflictos de larga data. Y las guerras y las tensiones políticas y sociales en curso en gran parte de la región son el talón de Aquiles del proyecto. De hecho, Madjiangar lo confirma:
¡°También ha intensificado la competencia por los escasos recursos naturales, que se encuentran entre las causas fundamentales de la violencia¡±. Pero a pesar de estos desafíos, el proyecto sigue siendo un referente esencial.
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