Los cardenales Zuppi y Pizzaballa a los 箩贸惫别苍别蝉: la paz es posible
Antonella Palermo - Ciudad del Vaticano
«Siéntanse abrazados esta noche por toda la Iglesia, que contempla con alegría, simpatía y confianza la frescura y la espontaneidad de su vida». El cardenal Matteo Zuppi, presidente de la Conferencia Episcopal Italiana, presidió el rito de profesión de fe con 40 000 jóvenes italianos reunidos para su Jubileo en una plaza de San Pedro rebosante de energía. Es una familia universal la que se reúne en el corazón de Roma, y la exhortación es que todos, todos, todos se sientan incluidos. El cardenal recordó expresamente al Papa Francisco: «Creo que el Papa Francisco nos bendice desde el cielo». Una tarde animada interiormente por la música, las lecturas bíblicas, los testimonios de fe, pero también, sobre todo, por la cercanía espiritual a los muchos lugares donde la guerra destruye almas, cuerpos y casas.
«La humanidad debe poner fin a la guerra o la guerra pondrá fin a la humanidad», afirmó el cardenal en su homilía, tras la proyección del videomensaje del patriarca de Jerusalén Pierbattista Pizzaballa y la lectura del relato del evangelista Mateo en el que Jesús entrega las llaves del Reino de Dios al apóstol Pedro. Porque la alegría está impregnada de aprensión para quienes la ven desaparecer cada día a causa de los conflictos. Y los dos cardenales, distantes pero íntimamente unidos en su súplica a Dios, se convierten en portavoces de ello.
¡Desarmemos los corazones!
El pensamiento del jefe de los obispos italianos se dirige a «las cruces construidas locamente por los hombres que fabrican armas para matar» y que «destruyen lo que hace vivir, incluso los hospitales». La Iglesia 鈥攐bserva鈥 está bajo la cruz con los ojos llenos de lágrimas y el corazón herido por tanto sufrimiento, insoportable para una madre, como siempre debe serlo para toda la humanidad». Hoy se libran tantas matanzas inútiles, tantas guerras, constata y añade: «Basta con ir a ver los cementerios de guerra». Zuppi recuerda luego las palabras pronunciadas por León XIV justo después de su elección, cuando pidió una paz desarmada y desarmante. De ahí el llamamiento del cardenal, arzobispo de Bolonia: «¡Desarmemos nuestros corazones para desarmar los corazones y las manos de un mundo violento, para curar las cicatrices, para impedir nuevos conflictos!».
Defender la vida siempre
«Es un mundo que vuelve a aceptar como normal pensarse unos contra otros o unos sin otros, que de manera insensata no teme la fuerza inimaginable de las armas nucleares». Esto es lo que el cardenal Zuppi pone en el centro de su reflexión, preocupado por la lógica de la prepotencia que hoy en día parece haberse convertido en algo absolutamente «normal». Hace suya la invitación del cardenal Pizzaballa desde Tierra Santa a ser agentes de paz «para defender la vida siempre, desde su inicio hasta su fin, de todos, sin distinciones, revistiendo siempre a la persona de dignidad y cuidado». Y luego encadena una serie de preguntas ante la evidencia de demasiadas armas, demasiada venganza, tanta «amarga y atroz soledad», tanta resignación, tanta confusión en la mente. Menciona de improviso, también, el fenómeno de tantos que «van por ahí con navajas».
Que nuestras comunidades se conviertan en casas de paz
El deseo del cardenal es que las comunidades se conviertan en casas de paz, «pequeñas pero nunca mediocres, grandes porque son humildes, libres porque están unidas por el amor, capaces de trabajar los unos por los otros y de pensar juntos». Porque, precisa, incluso las más pequeñas son siempre grandes si el Señor está dentro de ellas y podemos hacer grandes cosas. Y aquí estalla el estruendoso aplauso de la multitud. Y, por último, la invitación a confesar la fe tanto individualmente como juntos, para apoyarse mutuamente, para alimentarse de la fraternidad, de la amistad. Quererse, comenta, «porque el amor repara, repara todo, siempre, mucho más de lo que creemos».
Pizzaballa: apostar por el «nosotros juntos» en lugar del «yo y nadie más»
Zuppi se hace eco del llamamiento del patriarca Pier Battista Pizzaballa, quien habló sobre la situación en Tierra Santa en un videomensaje en el que expresa la complejidad del momento y la dificultad de ver con sus propios ojos «de una manera inimaginable» la falta de alimentos y medicinas, y que el hambre no es «una teoría». Sin embargo, precisamente al experimentar los daños de la violencia en «una noche que no termina nunca», se necesita la mirada de la fe, dice el cardenal franciscano: «El dolor está ahí y no se puede negar», afirma el Patriarca, pero, precisamente dentro de este dolor, hay que llevar consuelo y alivio. Y pone como ejemplo a muchas personas que son verdaderos «puntos de luz», incluso en Gaza, en Israel 鈥攄onde exponerse para ayudar a la población de la Franja a menudo genera incomprensiones鈥, en toda Tierra Santa. «En este increíble mar de desconfianza y odio», subraya el cardenal, muchos no se rinden y apuestan por el «nosotros juntos» y no por el «yo y nadie más».
Hacer realidad la esperanza, la paz no es solo un eslogan Hay una acción asociativa en marcha, destaca Pizzaballa, sacerdotes, voluntarios incansables, de todas las confesiones. Son signos de un Jubileo que parece lejano de la experiencia vivida en Oriente Medio. Sin embargo, estas personas son como faros, es necesario mirarlas para prepararse para el momento en que habrá que reconstruir los edificios destruidos y volver a tejer el tejido social desgarrado y conmocionado. «Como Iglesia, debemos estar allí, en medio de tantas dificultades e incomprensiones, en el diálogo, en la discusión, incluso dialéctica si es necesario 鈥攔ecuerda el cardenal鈥, debemos ser capaces, como los primeros apóstoles, como Pedro, de llevar una palabra, un lenguaje que construya, que abra horizontes, que cree oportunidades de confianza».
Se necesitan gestos concretos de empatía y cercanía «bañados por la gracia de Dios». La paz aún es posible, concluye el videomensaje, basta con quererla, dondequiera que uno se encuentre. Y, por último, el agradecimiento a todos aquellos que se esfuerzan por hacer sentir el apoyo a distancia en este feroz tiempo de guerra: llega de manera muy «tangible», dice el patriarca, que invita a todos a Jerusalén, tan pronto como termine la guerra. Pronto, espera.
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