Caccia: La salud y la educación miran a la persona, no a ideologías
Vatican News
Lograr la salud y el bienestar de todos, promover la igualdad de género y el empoderamiento de las mujeres: estos son dos objetivos fundamentales de la Agenda 2030 que, según la Santa Sede, requieren un enfoque centrado en las personas y las relaciones, no solo en agendas ideológicas. El arzobispo Gabriele Caccia, Observador Permanente de la Santa Sede ante las Naciones Unidas, lo reiteró durante sus intervenciones los días 14 y 15 de julio en dos sesiones del Foro Político de Alto Nivel, dedicadas a los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) 3 y 5, respectivamente.
El derecho a la salud
Al hablar sobre el derecho a la salud, el Arzobispo recordó que «la salud no es simplemente la ausencia de enfermedad, sino un estado holístico de bienestar físico, psicológico, social, espiritual y emocional». Enfatizó que «la salud es una parte vital del desarrollo humano integral». Sin embargo, el Arzobispo Caccia señaló que «el progreso hacia el logro del ODS 3 sigue siendo desigual». Las disparidades siguen siendo profundas: «Millones de personas aún carecen de acceso a la atención médica básica», las tasas de mortalidad materna están estancadas y muchos problemas relacionados con la salud mental «siguen siendo invisibles». Para abordar estos obstáculos, se necesitan «políticas integradas» que reconozcan la interdependencia entre la salud y otros objetivos, como la reducción de la pobreza, la nutrición, la educación, el agua y el saneamiento, y la financiación del desarrollo. Sobre todo, enfatizó Caccia, se debe garantizar la salud «a los miembros más vulnerables de la familia humana: los no nacidos, los niños, los ancianos, las personas con discapacidad, los migrantes y quienes viven en zonas de conflicto».
La familia como lugar originario de las relaciones
Y precisamente sobre la dignidad humana igual e inalienable, el arzobispo Caccia habló en su segundo discurso, citando la declaración del Dicasterio para la Doctrina de la Fe, «Dignitas infinita». La plena igualdad, afirmó, requiere más que un mero reconocimiento formal: se necesitan «condiciones que permitan el desarrollo integral de las mujeres», como el acceso a una educación de calidad, la atención médica, el empleo digno y la vida pública. A continuación, advirtió contra una visión individualista y utilitarista del rol femenino: «Las mujeres no deben ser reducidas a instrumentos de agendas económicas o políticas». En cambio, debe valorarse «la complementariedad entre hombres y mujeres» y reconocerse a la familia como el lugar original de las relaciones. Por ello, concluyó, las políticas de género deben «apoyar y proteger a las familias, la maternidad y la paternidad», junto con la promoción de la igualdad.
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