Una exposición revive el diálogo entre Pablo VI y Maritain sobre el arte sacro
Paolo Ondarza – Ciudad del Vaticano
Cincuenta años de amistad entre París y Roma, en una Europa marcada por convulsas transformaciones históricas y culturales. Giovanni Battista Montini y Jacques Maritain se conocieron en París en 1924. Su intensa afinidad intelectual y espiritual se fortaleció en 1945, cuando el filósofo fue nombrado embajador de Francia ante la Santa Sede por el presidente Charles De Gaulle. A ochenta años de aquel nombramiento y a sesenta de la clausura del Concilio Vaticano II, la muestra instalada en las Salette de la Torre Borgia de los Museos Vaticanos celebra un vínculo que nutrió profundamente el debate sobre la renovación del arte sacro entre Francia, Suiza e Italia.
Humanismo integral
Las obras exhibidas provienen en su mayoría de la Colección de Arte Moderno y Contemporáneo, creada e inaugurada en el Vaticano por Pablo VI en 1973, el mismo año en que murió Maritain, influyente filósofo neotomista cuyas ideas dejaron huella tanto en el Vaticano II como en la redacción de la Declaración Universal de los Derechos Humanos.
La exposición ofrece una panorámica del vibrante diálogo en torno al arte sacro contemporáneo que marcó el siglo XX en Italia y Francia. Una reflexión que se enmarca en la visión más amplia de un humanismo integral, en el que razón y fe, libertad y gracia, belleza y verdad se entrelazan.
“Este mundo en el que vivimos necesita belleza para no caer en la desesperación”, escribía Pablo VI a los artistas el 8 de diciembre de 1965, convencido de que arte y fe no podían permanecer indiferentes. Para él, era urgente sanar esa ruptura a través del compromiso auténtico de aquellos “profetas de la belleza” dispuestos a renovar el arte sacro sin traicionar su esencia ni su misión.
Maritain, convertido al catolicismo a inicios del siglo XX junto a su esposa Raïssa (ambos bautizados en 1906), había creado en las primeras décadas del siglo un fecundo círculo intelectual de alcance internacional. En torno a ellos se reunían filósofos, clérigos, artistas, poetas e intelectuales de todo tipo, como Paul Claudel o Jean Cocteau, en una comunidad clave para el pensamiento cristiano del siglo.
Para Maritain, el arte verdadero —como la religión verdadera— debía conectar con su tiempo y conducir de lo visible a lo invisible, evitando tanto el academicismo vacío como las derivas de la abstracción vanguardista. La autenticidad del arte cristiano, creía, dependía de una profunda libertad interior y de una fe sincera del artista.
“La reflexión sobre el arte sacro involucró intensamente al mundo intelectual”, confirma Micol Forti, curadora de la exposición y responsable de la colección de arte moderno de los Museos Vaticanos. “Fue un tema que atravesó a fondo la sociedad civil a través de la amistad de estos dos gigantes del siglo XX”.
La colección Maritain
La amplitud de este debate —señal de una gran apertura y ausencia de dogmatismo— queda reflejada en el conjunto de obras que los Maritain fueron reuniendo, muchas veces donadas por amigos artistas. Varias de estas piezas pasaron luego a formar parte de la colección moderna del Vaticano, junto con otras cedidas por el Cercle des études Jacques et Raïssa Maritain. Algunas se exhiben por primera vez en esta muestra que abre al público el viernes 13 de junio.
Pinturas, dibujos, grabados, fotografías, libros de época y objetos personales dan cuenta del universo intelectual y emocional que rodeaba a Jacques y Raïssa. Figuran artistas como Maurice Denis, Georges Rouault (particularmente apreciado por Maritain), Émile Bernard, Gino Severini, Marc Chagall —muy cercano a Raïssa, con quien compartía raíces judías—, Henri Matisse o el estadounidense William Congdon, conocido por los Maritain antes del Concilio.
“Estos artistas, ya a fines del siglo XIX, sentaron las bases para romper con un arte devocional que solo repetía las formas del pasado. Prepararon el terreno para un nuevo debate sobre el arte sacro. Algunas obras de la muestra son completamente inéditas: las estudiamos especialmente para esta ocasión”, subraya Forti. También se exponen retratos de figuras clave de la cultura del siglo XX, como los realizados por Jean Guitton, entre ellos Henri Bergson, Maurice Blondel o Paul Claudel.
Un diálogo abierto
Como testimonio del diálogo de Pablo VI con las corrientes artísticas más avanzadas, no podía faltar en la muestra la figura del dominico Marie-Alain Couturier, representante de una postura en muchos sentidos opuesta a la de Maritain en el debate sobre el arte sacro en Francia.
“Couturier —explica Forti— se abre al arte abstracto y anicónico, confiando en la fuerza del proceso creativo. En la sala dedicada a él se exponen obras de Matisse, Bazaine, Jean Cocteau y Manessier. Son piezas que evocan las extraordinarias iniciativas realizadas en Francia entre los años 40 y 50, cuando incluso artistas agnósticos o de otras religiones aportaron su genio e imaginación al lenguaje renovado del arte sacro”.
La obra donada dos veces
Detrás de cada obra hay historias a menudo desconocidas. Desde la gestación interior de los temas religiosos hasta los intensos debates entre artistas e intelectuales sobre cómo representar la fe.
Forti destaca especialmente Resurrection, una acuarela inédita de Jean Cocteau: “La pintó tras su conversión al catolicismo en 1926 y la regaló a Maritain. En la escena se retrata pequeño, abajo a la izquierda, ante la visión divina. Esta obra, conservada en casa de los Maritain, fue luego donada por Jacques a Pablo VI como gesto simbólico en el proceso de creación de la colección vaticana de arte contemporáneo. Es una obra ofrecida dos veces: un regalo recibido que se transforma en semilla de un nuevo don. Un gesto que sella la dimensión íntima, pero también pública y universal, de la figura del Pontífice”.
Pablo VI, los artistas y la colección vaticana
La exposición es fruto de la colaboración entre los Museos Vaticanos, la Embajada de Francia ante la Santa Sede, el Centro Cultural San Luis de los Franceses y la Biblioteca Nacional y Universitaria de Estrasburgo. Estará abierta del 13 de junio al 20 de septiembre y demuestra que los Museos del Papa no son solo custodios del arte clásico, renacentista o barroco. “Son un cruce vital para el diálogo con los artistas del siglo XX, un camino iniciado por san Pablo VI en uno de los pontificados más intelectualmente fecundos del siglo pasado”, afirma Barbara Jatta, directora de los Museos Vaticanos.
“Nuestra galería de arte moderno y contemporáneo es testimonio de la herencia de Montini, y de su voluntad de dialogar con los artistas sobre la representación de lo invisible, incluso en formas audaces, anicónicas, poco tradicionales para la Iglesia de su tiempo”.
Jatta menciona también la reciente muestra en la Scuola Grande di San Rocco, en Venecia, dedicada a Mario Deluigi, “un artista influido por Mondrian, que representa las letanías de la Virgen. El entonces Patriarca de Venecia, futuro Juan Pablo I, regaló esta obra a Pablo VI, quien la conservó en su apartamento hasta su muerte, y luego la donó a los Museos Vaticanos”.
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