Padre Romanelli: desde el altar de Gaza, pedimos la paz
Francesca Sabatinelli – Ciudad del Vaticano
La tragedia de esta guerra que no se detiene es que cada día se vuelve más grave. Experimentar la impotencia provoca un gran dolor, pero la oración y la bendición de Dios son el sostén. Después de la dramática noche marcada por la ofensiva israelí sobre Gaza, las palabras del padre Gabriel Romanelli, párroco de la Sagrada Familia en Ciudad de Gaza, aun en su dramatismo, permanecen impregnadas de esperanza, marcadas por la humanidad y la compasión, con una invocación de libertad para todos que se eleva “desde el altar de Gaza, un altar de paz, desde donde cada día elevamos el Santísimo Sacramento”. Libertad, pide Romanelli hablando con los medios vaticanos, “para los palestinos, para los israelíes, para los rehenes, para todos aquellos que están privados de ella”. Que se detenga la guerra, repite incansablemente el religioso, “para que se permita a las personas que viven en la Franja de Gaza tener las cosas necesarias para vivir, no para sobrevivir, sino para vivir, para reconstruir sus vidas”.
El calvario de Gaza
Romanelli logra, gracias a los testimonios y a la información recogida, trazar de algún modo el mapa de la operación militar, que parecería haber golpeado “sobre todo las zonas al oeste y noroeste de Ciudad de Gaza y un poco al sur”, no al este de la ciudad, donde se encuentra la parroquia, en la parte antigua, en el barrio de Zeitoun. También allí llega el estruendo de las armas, pero en estas horas ha permanecido lejano, “no hay bombardeos junto a nosotros en este momento”. No tan fuertes como la explosión que hace pocas horas interrumpía la oración de los fieles reunidos en la iglesia, imágenes confiadas a las redes sociales por el mismo Romanelli que han dado la vuelta al mundo y que muestran a los devotos, aunque sacudidos por el estruendo, permanecer recogidos. “Esa es la realidad. Nosotros, que estamos en este calvario de Gaza, pedimos paz y justicia para todos. Y seguimos rezando, esa es nuestra misión. El Señor nos enseñó a predicar, a creer y a tener confianza en Él. Ciertamente, los sufrimientos existen, pero tenemos muchas cosas por las que dar gracias a Dios”. Como la bendición de un matrimonio entre dos jóvenes cristianos; como el bautismo de un niño llamado Marco, el más pequeño entre los refugiados; como la bendición de la entrega, en estos días, a “65 personas, entre niños, adolescentes, jóvenes y adultos, del escapulario de la Santísima Virgen como signo de protección y bendición”.
Destrucción y muerte
No se logra siquiera imaginar cuántos han partido hasta ahora para escapar de los bombardeos. “Todos testimonian que los ataques son también en el sur. No hay seguridad en ninguna parte. El número de los bombardeos aumenta cada día, y cada día aumentan las cifras de la destrucción, de los muertos, de los desaparecidos bajo los escombros y de los heridos”. Romanelli, y todos aquellos que con él están en la parroquia, continúan ayudando a los 450 refugiados presentes en la iglesia, “sobre todo a los ancianos, a los enfermos, a las familias con niños pequeños, y luego a las personas encamadas, a los niños de Madre Teresa, que ya desde antes de la guerra vivían con nosotros. Distribuimos lo que tenemos, comida y agua. Algunos entre nuestros vecinos han partido hacia el sur, pero la mayoría del barrio ha permanecido aquí, en la zona. La situación cada día empeora, y nadie sabe hasta dónde se llegará y cómo será el futuro”.
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