鈥淯n mill贸n de 箩贸惫别苍别蝉 con una misi贸n鈥
Eleanna Guglielmi - Ciudad del Vaticano
Jóvenes de Chile, Colombia, Ecuador, Estados Unidos, Honduras, México, Alemania, España, Francia, Italia, Corea del Sur, India, Filipinas, Japón participaron, como miembros de la asociación internacional Idente Youth, en el Jubileo de los Jóvenes celebrado en Roma. En el marco del cincuentenario de la asociación, comparten aquí sus testimonios sobre una experiencia vivida como un verdadero punto de partida hacia una santidad entendida como misión. Entre ellos, muchos no vienen de parroquias ni oratorios, no llegan por una fe heredada, sino movidos por la amistad y la confianza en quienes les invitaron.
Era como si pronunciara mi nombre
Kim tiene veintiún años. Viene de Seúl. En coreano, su nombre significa 鈥渓uz del mundo鈥.
El 29 de julio, en la Plaza de San Pedro, el Papa León XIV mira a los jóvenes, sonríe, los llama: 鈥淰osotros sois la luz del mundo鈥. En ese instante 鈥攃uenta鈥 la fachada de la basílica se ilumina. 鈥淓ra como si estuviera diciendo mi nombre鈥.
Una palabra, una luz, una misión que nace desde dentro: 鈥淗e recibido tanto鈥 ahora tengo que devolverlo鈥.
Mauricio tiene veinte años, viene de Estados Unidos. Guarda el grito del Papa por la paz hasta el último día, como brasa bajo la ceniza. Cuando le preguntamos qué se lleva de esos días, responde: 鈥淓l Papa habló de los jóvenes que están sufriendo en este momento en Gaza y en Ucrania. Si tocamos un corazón a la vez鈥 el mundo cambia鈥.
Kim y Mauricio son dos de los doscientos jóvenes de la asociación internacional Idente Youth, que este año celebra sus cincuenta años de vida. Juntos participaron en el Jubileo de los Jóvenes en Roma. Vienen de Asia, Europa y América: Corea del Sur, Filipinas, Japón, Alemania, España, Francia, Italia, Chile, Colombia, Ecuador, Estados Unidos, Honduras, México.
Somos una misión
Sebastián, 19 años, de Ecuador, no duda: 鈥淓sto no ha sido un simple viaje: nosotros somos la esperanza que hay que llevar a los demás. Somos casi un millón de jóvenes con una misión鈥.
Para Mónica, también de Ecuador, esa misión se llama 鈥榮antidad鈥. En una breve entrevista dice: 鈥淓l Papa nos ha llamado a la santidad: a no conformarnos con menos. En los gestos sencillos, en la fidelidad cotidiana鈥.
Como dice Gerardo, de México, haciendo eco de las palabras del Papa: 鈥淟as verdaderas amistades no se construyen solo en las redes鈥 sino en la virtud de Cristo鈥.
Estos jóvenes se han descubierto cada vez más deseosos de soñar en grande, llenos de sed, dispuestos a tomar decisiones valientes, ricos en capacidades insospechadas, protagonistas indispensables de un cambio no solo posible, sino sobre todo imprescindible. Han vivido este Jubileo como una convocatoria universal y al mismo tiempo profundamente personal, en la que Cristo se ha hecho presente de maneras imprevisibles y eficacísimas. No un show. Un despertar. Una llamada que ha tocado el corazón.
De la rebeldía a la gracia
鈥淟legué llena de rebeldía contra Dios鈥, dice una chica desde Francia. Otra habla del paso por la Puerta Santa como de 鈥渦n momento grande鈥.
En la vigilia con el Papa, las lágrimas: 鈥淟os jóvenes somos también fruto de muchas lágrimas de nuestros acompañantes鈥.
Desde Filipinas, Angelic observa: 鈥淐uando dos personas se abren con confianza, nace una comunidad que sana鈥. Luego añade: 鈥淢i cuerpo estaba cansado, pero resistió porque el corazón estaba lleno de gracia鈥. En los días del Jubileo, los sacramentos fueron 鈥渕i fuerza鈥.
Danielle fija una imagen: 鈥淢illones de jóvenes en silencio ante la Eucaristía: allí sentí que no estamos solos鈥.
Kyla, también filipina, habla de unidad: 鈥淭odos mirábamos a una sola persona: Cristo. Llevando juntos la cruz del amor鈥.
James relata el cansancio, el sol, la sed. Pero también un descubrimiento: 鈥淓n el dolor comprendí que hay gloria. La esperanza nace del esfuerzo compartido鈥. Y el rostro de una chica se le ha quedado grabado: 鈥淗abía perdido la fe. Con la ayuda de los amigos la recuperó. Ahora siento que puedo volver a mirar a Cristo鈥.
Para algunos, como Ariana, de Estados Unidos, ha sido reencontrar la esperanza perdida: 鈥淢e han pasado muchas cosas en la vida que me hicieron perderla. Pero verlo, estar en la Misa con todos, me ha ayudado a no perder la fe鈥.
Para Iris, de Filipinas, ha sido más claro que 鈥渓a esperanza no es un concepto abstracto, sino una persona: Cristo鈥.
Para Pablo, de Barcelona, 鈥渓a vida sin fe no es vida vivida鈥.
Y para Gabriele, de Roma: 鈥淢e sentí la esperanza para otros jóvenes. Esto es solo el comienzo hacia etapas más importantes鈥.
Del desconcierto a la fraternidad
Muchos han recordado el cansancio compartido, transformado en alegría. Alessio, de Toscana: 鈥淒urante el trayecto bajo el sol afloró la verdadera humanidad. Los esfuerzos se convirtieron en alegría, y todas las diferencias se desdibujaron. Estábamos allí por una sola razón鈥.
Yadira, de Honduras, pidió en la oración la gracia de ser constructora de paz: 鈥淨ue el Señor nos haga capaces y valientes鈥.
Victoria, de Francia, vivió el Jubileo como un momento de paz interior y de apertura universal: 鈥淟a multitud de peregrinos, la alegría compartida, la oración común鈥 Durante la adoración y la Misa estaba sumergida en una paz interior profunda鈥.
No puedo guardármelo
鈥¿Qué sentido tiene que me guarde todo esto para mí?鈥 Se pregunta Italo, de Ecuador. 鈥淟os jóvenes que no han podido participar deben conocer lo que hemos vivido鈥.
También Susana, de Nueva York, siente que algo ha cambiado en ella: 鈥淓ste Jubileo me ha cambiado la vida鈥 pero también el alma鈥.
Iván, también de Ecuador, desea transmitir la paz recibida: 鈥淪eguiré interiorizando todo con la Palabra, y quiero llevarla también a los demás鈥.
La gratitud, un idioma común
Muchos han dado las gracias. No solo los jóvenes. También los acompañantes, los organizadores, quienes sirvieron silenciosamente en los días previos, en los talleres, en las convivencias.
Marco, italiano: 鈥淨uien realiza su trabajo con amor, no trabaja de verdad, sino que vive la misión鈥.
Danielle, de Filipinas: 鈥淓sta experiencia es un don de la providencia del Padre. Gracias por vuestro amor heroico鈥.
Alex, de Ecuador: 鈥淐ada gesto, palabra y servicio ofrecido con amor me ha hecho sentir en casa鈥.
Ruth, desde Turín: 鈥淪embramos para convertirnos en agentes del cambio que proviene del único Bien鈥.
Ser luz, no hacer algo
En una multitud que parecía anónima, cada uno se sintió llamado por su nombre. No a un servicio, a un rol o a una función, sino a ser: ser luz, ser sal. No hay algo que hacer, sino alguien que ser. Y de ese nombre 鈥攄e quién se es鈥 brota una misión.
Estos jóvenes se sintieron grandes, porque se sintieron amados y llamados a vivir.
Kim recogió la chispa inicial. Mauricio hizo resonar el llamamiento final. Dos continentes en los extremos del mundo. Una misma respuesta. En medio, una multitud. Mil lenguas, una sola voz: la de Cristo, que sigue llamando.
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