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FILE PHOTO: Protest against gang-related violence in Port-au-Prince

±á²¹¾±³Ù¨ª, el grito de dolor de un cl¨¦rigo: "El pa¨ªs est¨¢ en manos de bandas criminales"

El esperanzador viaje de un cargamento de ayuda humanitaria revela la dif¨ªcil situaci¨®n de la naci¨®n caribe?a, controlada y dividida por grupos criminales. El misionero camiliano, padre Massimo Miraglio: ?Para contrabandear medicamentos y alimentos, se ven obligados a pagar sobornos a milicianos. La comunidad internacional no est¨¢ haciendo lo que deber¨ªa?.

Federico Piana - Ciudad del Vaticano

El viaje de ida y vuelta de un camión cargado de ayuda y esperanza comenzó y terminó en Jérémie, tras una parada en Puerto Príncipe. Nada extraordinario, salvo que los pocos cientos de kilómetros que separan la ciudad haitiana del departamento de Grand'Anse de la capital del país caribeño son los más difíciles de recorrer. Y quizás los más peligrosos, dado que en cada cruce de caminos y en cada cambio de aldea, las bandas criminales, que ahora se han repartido el control de casi toda la nación, pueden detenerte en cualquier momento, confiscarlo todo y, si quieren, incluso matarte.

Amarga victoria

Al padre Massimo Miraglio le llevó dos años organizar esta travesía hasta el último detalle, pero finalmente lo logró. Para él, misionero camiliano y párroco de un pequeño pueblo de montaña en el interior de Jérémie, fue una gran, aunque amarga, victoria, ya que logró meter equipo médico esencial, artículos de primera necesidad y útiles escolares en la caja de ese camión, sin los cuales las actividades de su comunidad habrían sufrido un grave revés. Esperó dos años porque el sacerdote no encontraba los contactos adecuados para pagar un precio asequible por los "permisos" necesarios para el tránsito de su camión, que las bandas ahora exigen a cualquiera que desee pasar tranquilamente por las carreteras del país. "Son verdaderos sobornos. No se pagan gratis", declaró el padre Miraglio en una conversación con medios del Vaticano, revelando cómo el viaje de Jérémie a Puerto Príncipe y de regreso es una prueba de fuego que demuestra que el Estado ya no es capaz de gobernar la nación, ahora completamente en manos de bandas criminales.

Sistema mafioso

"Es un sistema", añade, "que ha sustituido al gobierno legítimo; podríamos decir que se ha creado un sistema mafioso paralelo. Paradójicamente, las pandillas emplean a muchísima gente que, por ejemplo, exige sobornos a quienes trabajan en el mercado, a quienes transportan mercancías, incluso a quienes pasean por la calle". No se da ningún paso sin el consentimiento de las pandillas. Y estas han percibido una oportunidad de negocio al repartirse, entre grupos rivales, cada porción del territorio, cada uno de los cuales decide sus propias normas e impuestos. "El dinero", explica el misionero, "no solo acaba en manos de los jefes, sino que una parte también se distribuye entre los sectores más pobres de la población, a menudo los trabajadores de los grupos armados. De hecho, las pandillas acaban involucrando a miles de personas en sus actividades, por desgracia incluso adolescentes".  

La condena de la Iglesia

Los sobornos pagados para el transporte inevitablemente impactan el costo final de las mercancías, y los pocos artículos que llegan de la capital a los mercados periféricos son extremadamente caros, lo que aumenta el hambre y la pobreza. El padre Miraglio teme que esta situación se agrave y perdure durante décadas: «El verdadero riesgo es que Haití se divida en tantos pequeños estados como pandillas. La Iglesia ha condenado desde hace tiempo esta situación y la impotencia del gobierno, pero es la única que alza la voz. La comunidad internacional debe ayudarnos a encontrar salidas, pero lo que ha hecho hasta ahora es completamente insuficiente».

 

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22 agosto 2025, 12:50