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Cardenal  Anders Arborelius Cardenal Anders Arborelius 

El cardenal Arborélius: los creyentes pueden trabajar juntos por la paz

El purpurado y obispo de Estocolmo, presente en la conferencia ecuménica que se celebra en la capital sueca hasta el 24 de agosto, subraya la importancia del diálogo para iniciar un camino de reconciliación que contrarreste las divisiones, tanto dentro de las sociedades como entre las diferentes confesiones cristianas.

Jean-Charles Putzolu – Ciudad del Vaticano

La primera conferencia ecuménica “Life and Work”, que en 1925 había reunido en Estocolmo a varios cientos de responsables y representantes cristianos, ausentes los católicos, había contribuido fuertemente a reforzar la unidad entre las diferentes confesiones cristianas. Su objetivo, en un momento en que el mundo salía de la sangrienta Primera Guerra Mundial, era abiertamente promover la paz y la cooperación. Convocada por el arzobispo luterano sueco Nathan Söderblom, que cinco años después obtuvo el Premio Nobel de la Paz, permitió sentar las bases para una acción común de los cristianos y multiplicar posteriormente los testimonios de unidad en la fe, más allá de las divisiones doctrinales.

Para conmemorar el centenario de esta iniciativa, los diversos responsables cristianos se reunieron en Suecia, esta vez con una delegación católica encabezada por monseñor Flavio Pace, secretario del Dicasterio para la Promoción de la Unidad de los Cristianos, y por el cardenal Anders Arborélius. En una entrevista con los medios vaticanos, el obispo de Estocolmo vuelve sobre la contribución del diálogo ecuménico a la paz, en un mundo profundamente dividido.

Eminencia, ¿cómo comprenden las diferentes confesiones cristianas su responsabilidad en la construcción de la paz hoy?

En un período marcado por conflictos y guerras es importante trabajar más activamente por la paz. Naturalmente, nosotros los cristianos tenemos la oración, pero también buscamos tener contactos con las autoridades para hacer avanzar las cosas. Hacemos lo que podemos, aunque parezca poco. Trabajamos para educar al pueblo de Dios para que todos puedan trabajar juntos por la paz.

¿Cómo pueden las Iglesias contribuir a la reconciliación entre pueblos divididos por los conflictos?

Pienso que las Iglesias y las comunidades cristianas pueden ser puntos de referencia a nivel internacional, pueden transmitir un mensaje de esperanza. Los creyentes de todos los países, y sobre todo los que están en guerra, pueden trabajar codo a codo por la paz. En el caso de la situación en Ucrania, oramos en particular por la unión de los ortodoxos divididos, para que se unan en y por la paz.

¿Qué papel tienen las declaraciones e iniciativas comunes en la prevención y resolución de conflictos?

Naturalmente, todos rezamos por la paz. Pero también se trata de un grito de desesperación, sobre todo ante la falta de escucha de nuestras oraciones por parte de los políticos. Frente a la situación en Ucrania o en Tierra Santa vemos la pobreza y hay cierta frustración por no tener la capacidad de trabajar por la paz como nos gustaría. Sin embargo, no perdemos la esperanza de que el Señor nos ayudará a continuar nuestro trabajo por la paz.

¿Qué tensiones surgen cuando algunas Iglesias toman partido por una de las facciones en conflicto?

El dolor es muy grande dentro de la Iglesia. La guerra, en el plano político, crea divisiones en nuestras Iglesias. Por eso los encuentros son realmente necesarios, para caminar hacia la reconciliación incluso entre los cristianos. Esperamos que gracias a nuestras oraciones los creyentes encuentren la paz.

¿Cómo pueden las confesiones cristianas evitar que la religión sea instrumentalizada para justificar la violencia?

La instrumentalización de nuestras Iglesias es un peligro real. Por eso la voz del Santo Padre es muy importante. El Papa nos ayuda a amar a nuestros enemigos para trabajar a favor del diálogo. Le estamos realmente agradecidos, porque su acción nos ayuda a trabajar por la reconciliación, sobre todo en tiempo de guerra.

La conferencia de 1925 se celebró al final del primer conflicto mundial. La de 2025 se celebra en un mundo donde hay al menos 50 conflictos en curso, una especie de tercera guerra mundial a pedazos, como decía a menudo Francisco. En este sentido, este evento tiene un significado particular?

Sí, absolutamente. Este momento es esencial para permitir la proclamación de la paz, sobre todo en el actual contexto mundial. Es a través de este mensaje de esperanza que invocamos al Señor para que nos ayude a construir una paz reconciliadora. Y estos momentos de oración organizados en Estocolmo entre cristianos de diferentes confesiones y de diferentes Iglesias son un signo evidente de ello. Nos permiten elevar la oración y crear un clima más favorable al diálogo.

En 1925 la Iglesia católica no estaba representada en la conferencia de Estocolmo. Cien años después, hay una delegación de la Santa Sede. ¿Qué ha cambiado?

La Iglesia católica necesitó tiempo para prepararse a entrar en este diálogo ecuménico y, sobre todo, fue necesario el Concilio Vaticano II. Hay que entender que en aquel tiempo había mucha distancia y muchos malentendidos. Pero podemos decir que el ecumenismo entre protestantes y católicos nació en los campos de concentración, en Alemania, donde se encontraron. En varios países también hubo muchos pioneros, como en Francia o en Italia. Pero es sobre todo bajo el impulso del Concilio Vaticano II que la Iglesia católica se convirtió en un participante activo del diálogo ecuménico.

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23 agosto 2025, 12:16