El Papa: Que los cristianos sean ?artífices de la reconciliación? en un mundo herido
Isabella H. de Carvalho – Ciudad del Vaticano
«La paz no es meramente un logro humano, sino un signo de la presencia del Señor entre nosotros» y «esto es tanto una promesa como una tarea, ya que los seguidores de Cristo están llamados a convertirse en artífices de la reconciliación». León XIV enmarca así la misión común de todos los cristianos en un mundo que «presenta las profundas cicatrices del conflicto, la desigualdad, la degradación medioambiental y un creciente sentido de desconexión espiritual», en un mensaje en inglés enviado hoy, 22 de agosto, a los participantes en la Semana Ecuménica de Estocolmo, que se celebra en la capital sueca del 18 al 24. Los cristianos están llamados «a afrontar la división con valentía, la indiferencia con compasión y a llevar la sanación donde ha habido heridas», subraya el Papa, destacando que el tema del evento, «Tiempo para la paz de Dios», no podría «ser más oportuno».
Dos importantes aniversarios ecuménicos
La Semana Ecuménica de Estocolmo, organizada por el Consejo de Iglesias Cristianas de Suecia, celebra este año el centenario de la Conferencia Universal Cristiana sobre Vida y Trabajo de 1925, una etapa importante en el nacimiento del movimiento ecuménico moderno. De hecho, en su discurso, el Papa recuerda este acontecimiento y destaca también otra importante conmemoración ecuménica: el 1700 aniversario del primer Concilio Ecuménico de Nicea. En ese Concilio, celebrado en el año 325, «obispos procedentes de todo el mundo conocido» formularon «las profesiones de nuestro credo» —explica León XIV— y articularon «la fe que sigue uniendo a los cristianos entre sí».
Ese Concilio fue un valiente signo de unidad en la diferencia, un primer testimonio de la convicción de que nuestra confesión común puede superar la división y promover la comunión.
«Lo que nos une es mucho más grande que lo que nos divide»
El Pontífice reitera que fue «un deseo análogo» al de Nicea el que animó la Conferencia de 1925, que reunió a unos 600 representantes ortodoxos, anglicanos y protestantes. «Convocada por el pionero del primer movimiento ecuménico, el arzobispo Nathan Söderblom, en aquel entonces arzobispo luterano de Uppsala», continúa el Papa León XIV, «exhortó a sus hermanos y hermanas cristianos a no esperar a que hubiera consenso en todos los puntos de la teología, sino a unirse en un "cristianismo práctico" para servir juntos al mundo en la búsqueda de la paz, la justicia y la dignidad humana».
Aunque la Iglesia católica no estuvo representada en ese primer encuentro, puedo afirmar, con humildad y alegría, que hoy estamos a su lado como compañeros discípulos de Cristo, reconociendo que lo que nos une es mucho mayor que lo que nos divide.
Una misión compartida en el mundo
De hecho, el Papa reafirma que, desde el Concilio Vaticano II, «la Iglesia católica ha abrazado plenamente el camino ecuménico» y cita el decreto conciliar Unitatis redintegratio, publicado en 1964, que «nos ha llamado al diálogo en humilde y amorosa fraternidad, basado en nuestro bautismo común y en nuestra misión compartida en el mundo».
Creemos que la unidad que Cristo quiere para su Iglesia debe ser visible, y que dicha unidad crezca a través del diálogo teológico, el culto común cuando sea posible y el testimonio común ante el sufrimiento de la humanidad.
Los encuentros que han fortalecido la misión
Leone XIV también destaca las acciones y los encuentros — «piedras angulares ecuménicas» - que, a lo largo de las últimas décadas, han reforzado la misión común de los cristianos por la paz y la justicia, como el primer viaje de un Papa a Suecia, realizado por Juan Pablo II en 1989, que fue «acogido calurosamente» por el arzobispo Bertil Werkström, primado de la Iglesia de Suecia. Y también la «conmemoración conjunta de la Reforma en Lund, en 2016, cuando el Papa Francisco se unió a los líderes luteranos en la oración y el arrepentimiento comunes». Por último, el Pontífice se dice feliz de que su delegación pueda participar en la Semana Ecuménica de Estocolmo y «estar presente como signo del compromiso de la Iglesia católica de continuar el camino de oración y trabajo conjunto, donde sea posible, por la paz, la justicia y el bien de todos».
Que el Espíritu Santo, que inspiró el Concilio de Nicea y que sigue guiándonos a todos, haga que esta semana vuestra amistad sea más profunda y despierte una nueva esperanza para la unidad que el Señor desea tan ardientemente entre sus seguidores.
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