Ჹí, seguridad y paz por el bien del pueblo
Francesco Ricupero – Ciudad del Vaticano
Es lo que escribe en un mensaje la Conferencia Episcopal de Haití, que ha lanzado un nuevo llamamiento a la comunidad internacional y a las instituciones para que intervengan y pongan fin al clima de tensión y violencia que vive el país. Los obispos añaden:
Un país en caos
Los obispos subrayan que nadie está exento del caos en el que ha caído el país: «ningún símbolo está a salvo, los lugares de culto son profanados, los santuarios violados y saqueados, el patrimonio histórico y cultural vandalizado e incendiado sin ningún respeto por su representación como signo de memoria colectiva, fe compartida e identidad nacional. Estos ataques – recuerdan – no sólo destruyen piedras u objetos; afectan el corazón vivo de nuestro pueblo, su conciencia moral, su capacidad de esperanza».
De aquí, la denuncia de los obispos que califican estos actos de barbarie como «señal de un pueblo que está perdiendo el sentido de Dios y, con ello, el sentido de humanidad. Nos preguntamos una vez más qué se esconde tras este proyecto deshumanizador que pone de rodillas a un pueblo ya herido. Y, sobre todo, ¿por qué las autoridades no se comprometen a fondo para proteger lo que queda de nuestro territorio y que debería ser inviolable, es decir: la vida, la libertad, la cultura y la memoria?».
Se necesita una Constitución para un futuro común
Además, la Conferencia Episcopal subraya que el proyecto de Constitución «despierta esperanzas, debates y también serias preocupaciones». En particular, el texto presenta graves deficiencias que «amenazan con minar el equilibrio democrático: un proceso en gran parte poco inclusivo y complejo, sin una asamblea constituyente elegida ni un auténtico debate público; un poder presidencial notablemente reforzado, con una concentración de prerrogativas que debilitan los controles y equilibrios legislativos y judiciales», así como «una peligrosa ambigüedad del modelo territorial, con un federalismo que corre el riesgo de fragmentar la unidad nacional». Finalmente, los obispos recuerdan que «la Constitución de un país es más que un texto jurídico: es un pacto social. No es momento para un proceso que conduzca a la adopción de una nueva Constitución».
«Hoy – concluyen – la prioridad es la seguridad, la paz y la gobernanza por el bien del pueblo. La renovación de la nación no vendrá de un texto, por bien escrito que esté, si no está guiada por una conciencia cívica colectiva, por un imperativo moral compartido y por una cultura del diálogo y la solidaridad. Exhortamos a todos a comprometerse en construir no una Constitución unilateral, sino una carta fundacional para un futuro común. Levantemos nuestras voces por la verdad, la justicia y la paz».
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