Ejercicios espirituales para los detenidos en Nuoro
Roberta Barbi – Ciudad del Vaticano
Un recorrido espiritual “de iniciación y discernimientoâ€: esto son los ejercicios espirituales ignacianos, una forma de dialogar personalmente con el Señor y reconocerlo presente y operante en nuestras vidas. Lo sabe bien el padre Carlo Manunza, el jesuita que se ofreció a proponerlos a las personas detenidas en la casa de detención de Nuoro, acogiendo la solicitud del capellán: “Definiendo los ejercicios con las palabras de San Ignacio – cuenta a los medios vaticanos – son un camino para permitir a Dios poner orden en nuestra vida, de modo que podamos alabarlo y servirlo mejorâ€.
La fe en la cárcel
No era la primera vez que el padre jesuita entraba en prisión, aunque su última experiencia fue hace 20 años en Filipinas: “Aunque los problemas de hacinamiento en las cárceles italianas ahora son similaresâ€, observa con amargura. En el instituto penitenciario encontró una fe oculta, sepultada por las vicisitudes de la vida, pero viva y capaz de dar esperanza: “Dedicar tiempo a la oración personal hizo que esa fe volviera a brillar – es su testimonio – incluso en un ambiente difícil como la cárcel, volvió a dar dignidad y, sobre todo, a ejercer su poder transformador, el poder de iluminar la nocheâ€.
Promover la oración personal
En una prisión, imaginamos que es más fácil proponer momentos de oración comunitaria, como la celebración de la Santa Misa o la catequesis, porque es la forma más inmediata de entrar en la alabanza. Entonces, ¿cómo lo lograron? “Bastó con proponer el objetivo que nos planteábamos – sonríe el padre Carlo – recordar que cambiar la propia vida es posible y ofrecer un método que permitiera a Dios hacer este cambio concretoâ€. Obviamente, fue necesario tiempo, paciencia y flexibilidad por parte de los guías: “Y también mucha escucha – subraya – pero, en fin, el trabajo de un guía es precisamente eseâ€.
Redescubrir la dimensión espiritual de la propia vida
Los resultados transformadores en las vidas de los internos, el padre Carlo y su equipo los han tocado con sus propias manos: “Dios no se deja vencer en generosidad – explica – lo conseguimos porque dimos un testimonio concreto, hecho de gestos y de saber esperar los frutos, de adaptarse, sin privar a los demás de la riqueza a veces exigente de los ejercicios espirituales, pero, por otro lado, sin hacerla parecer un muro insuperableâ€. Un balance positivo, en definitiva, y una experiencia, la de Nuoro, que podría replicarse en otras cárceles de Italia: “Reconocer ‘bienaventurados los pobres’ es fuente de salvación y de verdadera felicidad – concluye el jesuita – de la cual nada puede separarnosâ€.
Gracias por haber leÃdo este artÃculo. Si desea mantenerse actualizado, suscrÃbase al boletÃn pulsando aquÃ