Cardenal Sepe en Ucrania: signo de la misericordia de Cristo
Vatican News
«Durante siglos, Leópolis fue un lugar de encuentro entre culturas y creencias. En armonía y concordia convivían polacos, ucranianos, armenios y judíos. Y fue en este crisol de nacionalidades y culturas donde se formó la herencia cristiana, que inspiró, promovió el diálogo y fortaleció la comunidad de la Iglesia universal. Quizá sea justamente por eso que la Metrópoli sobrevivió a los altibajos: el tiempo de la Reforma, el periodo de las particiones, la Segunda Guerra Mundial, el comunismo — siempre reencontrando su misión, convirtiéndose en luz de esperanza».
Son palabras pronunciadas hoy, sábado 6 de septiembre, en la catedral de Santa María Asunta de Leópolis, por el enviado especial del Papa, el cardenal Crescenzio Sepe, arzobispo emérito de Nápoles, con motivo del 650º aniversario de la creación de la metrópoli de Haly? (posteriormente Leópolis de los Latinos) de la Iglesia católica de rito latino.
Al celebrar la Eucaristía, el purpurado recordó a «pastores, religiosos, religiosas y laicos que, con su fe, su servicio y su amor al prójimo, dieron testimonio de la presencia de Dios en el mundo». Sin olvidar a «la multitud de laicos, especialmente aquellos que, durante la persecución comunista, no solo permanecieron fieles a la Iglesia, sino que, arriesgando su propia vida, se comprometieron con la catequesis clandestina y conservaron la fe en las familias».
«Todos ellos, clérigos y laicos, mujeres y hombres —añadió— fueron santificados en la vida cotidiana, muchas veces en medio de condiciones difíciles y de la complejidad de la historia. Su vida nos recuerda que cada uno de nosotros, sin importar el lugar ni el tiempo, está llamado a la santidad». Luego, el cardenal subrayó que «fueron ellos quienes comprendieron las palabras de Jesús en el Evangelio según san Mateo, cuando dijo: “Id y enseñad a todas las naciones… Y sabed que yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo”. Ese mandato misionero se convirtió para ellos en el propósito de su vida y sigue vivo hoy en la metrópoli de Leópolis, es decir, en ustedes y en mí».
De ahí que el purpurado expresara su deseo de que esta herencia pueda «recordarnos a qué estamos llamados y quiénes somos: testigos del amor de Dios, de su misericordia y de la unidad. Por eso, como fieles, sostenidos por los sacramentos, construyan una Iglesia viva, comunitaria, abierta a las necesidades de los pobres, de los marginados y de los enfermos. Sobre todo ahora, frente a las tensiones y los conflictos actuales, la metrópoli de Leópolis puede ser ejemplo de un encuentro vivo en el Espíritu Santo, fuerte en la unidad, rico en identidad, abierto al diálogo y al perdón».
En su 650º aniversario, «la historia de la metrópoli de Leópolis —observó todavía el arzobispo campano— se entrelaza con el drama del presente. La guerra en curso deja una huella dolorosa en la vida de las personas: refugiados, heridos, desesperados, afligidos, muertos». De ahí, su gratitud a los fieles locales por su «inquebrantable dedicación, por el testimonio de fe, esperanza y amor que ofrecen». Y concluyó: «Gracias por sus corazones abiertos y por sus acciones concretas hacia los más necesitados. Su servicio es un signo de la misericordia de Cristo». Al final de la celebración, el purpurado entregó a la catedral, en nombre del Pontífice, un cáliz como obsequio.
La presencia del cardenal Sepe en Leópolis fue ocasión para numerosos encuentros y actividades: por ejemplo, ayer, viernes 5 de septiembre, visitó el Centro de Rehabilitación para Veteranos y Heridos de Guerra Unbroken y la sede de la Comunidad de San Egidio. En Briukhovychi saludó a los seminaristas del Seminario Mayor de la arquidiócesis de Leópolis y visitó la Casa de la Misericordia; esta tarde se dirige al cementerio militar, donde cada día son sepultados los soldados caídos en el frente, mientras que mañana, 7 de septiembre, consagrará la primera piedra de la iglesia parroquial católica de rito latino dedicada a la Medalla Milagrosa.
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