M¨¢ria Magdolna B¨®di, el coraje de no malvender la dignidad
Vatican News
«Una mártir de la castidad»: así definió el cardenal Péter Erd?, arzobispo metropolitano de Esztergom-Budapest, a Mária Magdolna Bódi, beatificada esta mañana, sábado 6 de septiembre, en Veszprém, Hungría. Presidiendo el rito en representación de León XIV, el purpurado repasó las principales etapas de la vida de la joven, asesinada en 1945, con solo 24 años, por un soldado soviético. La misma edad a la que murió Pier Giorgio Frassati, quien es proclamado santo al día siguiente de la beatificación de la joven húngara.
«Hoy hablar de castidad requiere coraje ¡ªsubrayó el cardenal en la homilía¡ª. Comprometerse con la castidad no es una especie de empresa extrema, sino una gran elección de amor personal hacia Cristo». De ahí la insistencia en que «cada uno, según su propia condición, ha recibido la llamada a la castidad: los esposos, a la fidelidad; los jóvenes, a la preparación disciplinada antes de las grandes decisiones de su vida; quienes han abrazado el celibato y la virginidad han recibido la vocación de la total entrega a Cristo y del servicio total a los hombres».
El martirio de Mária Magdolna, añadió el primado de Hungría, «no fue una desgracia inesperada, sino la coronación de una vida joven y entregada» y de «una profunda y devota religiosidad católica». A pesar de haber nacido en circunstancias difíciles y de no poder ser religiosa porque sus padres no estaban casados, en el corazón de la joven beata «vivía el espíritu apostólico» y, como laica, «sintió la fuerza de la gracia».
Gran trabajadora en la fábrica de F?zf?-Gyártelep, ella «consideraba su vocación guiar a los demás obreros hacia Cristo», porque sentía no solo «el impulso apostólico, sino también un amor especial» por Él, alentando a otros a hacer lo mismo. El arzobispo de Esztergom-Budapest recordó cómo la joven logró convencer a un compañero de dejar de blasfemar y cómo solía prestar sus zapatos y su abrigo a otros, para que pudieran asistir a misa. Y cuando se sentía abatida, entraba en la iglesia y «le contaba todo a Jesús», encontrando en Él consuelo.
Siempre por amor al Hijo de Dios, al no poder hacerse religiosa, el 26 de octubre de 1941, fiesta de Cristo Rey, hizo voto de virginidad perpetua.
A finales de 1944, el frente de la Segunda Guerra Mundial se acercó a Litér, pueblo natal de Mária. Las tropas soviéticas llegaron el 23 de marzo de 1945, mientras la joven, junto con algunas mujeres y niños, se encontraba a la entrada de un refugio. Dos soldados soviéticos la agredieron para abusar de ella; intentó defenderse con unas pequeñas tijeras y luego trató de huir, alertando a las demás mujeres del peligro. Pero sus gritos fueron acallados por seis disparos de uno de los militares. Con el segundo disparo, Mária levantó los brazos al cielo y exclamó: «¡Señor, mi Rey! ¡Llévame contigo!». Luego expiró.
El sacrificio de la joven mártir, insistió de nuevo Erd?, tuvo «un efecto directo también en quienes la rodeaban»: las mujeres y los niños que estaban con ella escaparon del peligro; sus padres se casaron; y poco después de su muerte muchas oraciones fueron escuchadas. Esto porque «una persona justa y santa puede ser el centro espiritual y el sostén de comunidades enteras».
Finalmente, citando a san Ambrosio, el celebrante comparó la figura de la nueva beata con la de santa Inés, ya que en ambas, concluyó, «hay dos martirios: el de la pureza y el de la fe».
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