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Campamentos improvisados en Khan Younis, al sur de la Franja de Gaza  (REUTERS). Campamentos improvisados en Khan Younis, al sur de la Franja de Gaza (REUTERS).  (REUTERS) Editorial

Esos planes para un ?nuevo Oriente Medio? sin pueblo palestino

Que se respete la obligación de proteger a la población civil, no al desplazamiento forzoso de la población

Andrea Tornielli

El conflicto entre Israel y Palestina siempre ha sido motivo de debate y polarización. El conflicto actual en Gaza y la polémica que lo acompaña han agravado aún más este fenómeno, si es que eso era posible. Gran parte de la sociedad civil de muchos países del mundo está viviendo una polarización acalorada, a veces incluso extrema. Como siempre, no faltan las instrumentalizaciones, las simplificaciones y las aproximaciones que, en un contexto tan complejo, corren el riesgo de confundir y hacer daño. Encontramos este fenómeno en el lenguaje utilizado, en el enfoque extremadamente emocional, en la incapacidad de intentar escuchar al otro.

Al horror de lo ocurrido hace ya dos años, el ataque perpetrado por Hamás, que sigue siendo un acto terrorista inhumano que hay que condenar sin reservas, siguió la previsible reacción israelí. Una reacción desproporcionada, que superó con creces cualquier límite éticamente aceptable, como reconocen no solo numerosas autoridades internacionales, sino también muchas voces dentro del propio Israel y, en general, del mundo judío.

Si analizamos la guerra desatada en Gaza teniendo en cuenta lo que está ocurriendo en el resto de Palestina, en lo que antes se llamaba Cisjordania, no podemos evitar pensar que, además de la reacción a la masacre del 7 de octubre, hay otros objetivos. La expansión de los asentamientos, las continuas agresiones impunes de los colonos, las declaraciones públicas de algunos ministros del Gobierno israelí que desean el fin de la Autoridad Palestina, la anexión de todos los territorios y la deportación de los palestinos, llevan a pensar que el objetivo va mucho más allá de la eliminación de Hamás o de la garantía de seguridad para el Estado de Israel. En estos días se ha aprobado un nuevo asentamiento en la zona E1 que prácticamente divide en dos ese territorio, así como la amenaza de anexión de la Zona C de los Territorios Palestinos, que, por otra parte, ya está bajo el control total de Israel sin haber sido nunca formalmente anexionada.

En este contexto cada vez más tenso, se publican uno tras otro, primero discretamente y ahora cada vez más abiertamente, «planes» para un «nuevo Oriente Medio», una especie de nuevo orden en el que, sin embargo, no parece haber lugar para el pueblo palestino. El último de ellos es el plan propuesto para el futuro desarrollo de Gaza, del que se habla estos días. Un plan que prevé la construcción de ciudades «inteligentes» y complejos turísticos de lujo. Por supuesto, se prevé lo que se denomina significativamente «la evacuación voluntaria» de los palestinos. Los cuales, si lo desean, podrán regresar algún día (¡sic!). Y para aquellos que no quieran marcharse, se proyectan «zonas especiales»... Es un plan que se comenta por sí solo. Podríamos haber pensado que se trataba de una historia de ciencia ficción, del argumento de una película fantástica. Sin embargo, por desgracia, parece ser que es cierto.

Es triste constatar la debilidad de la comunidad internacional y de los organismos multilaterales, incapaces de detener esta deriva, a la que se suma el ignorar voluntariamente cualquier convención internacional, el respeto de las normas y los comportamientos morales. El único lenguaje que queda es el de la fuerza, en las palabras antes que en la acción militar.

La Iglesia no tiene armas ni poder para imponer nada. Su única arma es la oración y la fuerza del Evangelio, que nos obliga, sin embargo, a decir una palabra clara de verdad sobre el hombre y la vida del mundo. No se puede construir ningún futuro basado en la fuerza, en la falta de respeto por la vida del hombre, en su aspiración a una existencia digna y segura. Lo deseamos —y lo reiteramos con convicción— para los israelíes, y seguimos pidiendo la liberación inmediata de todos los rehenes que siguen atrapados en los socavones de Gaza, como han hecho en sus llamamientos primero el Papa Francisco y luego el Papa León. Lo deseamos igualmente para los palestinos. Pedimos que los rehenes sean tratados de forma digna y humana, y que al mismo tiempo se trate de forma digna y humana a los palestinos de Gaza. Esperamos que se establezcan en toda la Franja zonas de no combate, verdaderas zonas francas bajo protección internacional, donde puedan ser acogidos los enfermos, los frágiles y los civiles indefensos.

Las «evacuaciones voluntarias», es decir, los desplazamientos forzados; la destrucción total; las muertes sin fin; los hospitales bombardeados; los asesinatos diarios de quienes hacen cola para conseguir un trozo de pan; el bloqueo de cualquier perspectiva política clara que dé al pueblo palestino dignidad y un hogar en su propia tierra, nunca podrán construir el futuro equilibrio en Oriente Medio. Lo que está sucediendo está, lamentablemente, destinado a crear la próxima generación de odiadores y corre el riesgo de ser la enésima antesala de la enésima ola de violencia futura.

Ciertas propuestas de desarrollo, que imponen a los palestinos un futuro decidido por ellos y tal vez incluso sobre ellos, o peor aún, contra ellos, no son más que una prueba más de arrogancia y ceguera. El futuro de los palestinos solo podrá y deberá decidirse junto con ellos, nunca sin ellos.

La Iglesia, como ya lo está haciendo, seguirá inclinándose sobre las heridas de todos. Seguirá tendiendo la mano a cualquiera que quiera colaborar en la creación de contextos alternativos de vida y dignidad. Siempre tendrá las puertas abiertas a quienes no se rinden a la lógica del odio y la guerra, sino que buscan vías viables para alcanzar la paz. Hace ya varios años que la Santa Sede reconoció formalmente al Estado de Palestina y no podemos permanecer en silencio ante lo que está sucediendo. Hacemos nuestras una vez más las palabras de León XIV, pidiendo que se detenga la barbarie de la guerra, se alcance una solución pacífica al conflicto, se respete el derecho humanitario, se cumpla con la obligación de proteger a la población civil, se prohíba el castigo colectivo, el uso indiscriminado de la fuerza y el desplazamiento forzoso de la población.

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02 septiembre 2025, 15:30