Eduard Profittlich, testigo de la fe contra la locura de la guerra
Vatican News
«Es justo que el pastor permanezca con su rebaño y comparta con él alegrías y dolores¡ Estoy firmemente convencido de que, si Dios camina conmigo, nunca estaré solo». Así escribía el jesuita Eduard Profittlich, primer arzobispo de Estonia, beatificado esta mañana, 6 de septiembre, en Tallin. La celebración, que tuvo lugar en la plaza de la Libertad, fue presidida, en representación del Papa, por el cardenal dominico austríaco Christoph Schönborn.
En la homilía, el purpurado citó las palabras del nuevo beato contenidas en una carta a sus familiares. La había enviado en un momento particularmente difícil de 1940, cuando las tropas soviéticas ocuparon Estonia, limitando la actividad de la Iglesia. El prelado tenía la posibilidad de regresar a Alemania, su país natal, pero decidió quedarse con sus fieles.
Una decisión que le costó la vida: el 27 de junio de 1941 fue arrestado y deportado a Kírov, en Rusia, donde fue torturado y condenado a muerte bajo la acusación de espionaje. Los maltratos sufridos en prisión causaron su muerte el 22 de febrero de 1942, antes de la ejecución. «Por su rebaño, por sus ovejas, el padre Profittlich estaba dispuesto a dar la propia vida», subrayó el cardenal Schönborn, destacando «la alegría de Cristo» con la que el beato arzobispo tomó su decisión.
El celebrante recordó después la dramática situación de Europa en los años 40 del siglo pasado, «el inimaginable desencadenarse de las fuerzas del infierno» debido a «la guerra quizás más insensata que jamás haya existido», con el régimen nazi en la Alemania de Hitler y el comunista en la Unión Soviética de Stalin. «Los campos de concentración y los gulags eran la expresión del mayor desprecio por la humanidad», continuó el purpurado, recordando en cambio «la dignidad», nacida de la fe, con la que Profittlich se entregó a sus verdugos.
La beatificación del arzobispo jesuita, añadió, ha tenido lugar «en un momento en que viejas heridas amenazan con reabrirse», puesto que «la guerra forma de nuevo parte de la amarga cotidianidad» de la región oriental de Europa, a causa del conflicto en curso entre Rusia y Ucrania. Pero no solo: el cardenal Schönborn recordó la «tercera guerra mundial a pedazos» deplorada tantas veces por el Papa Francisco y subrayó cómo de ese conflicto forma «parte también la persecución de los cristianos en todo el mundo».
En esta situación, por tanto, el testimonio del nuevo beato aparece como «particularmente valioso para el tiempo presente», ya que él «muestra el camino del cristiano en tiempos de persecución».
Destacando además que «una beatificación nunca está orientada solo a una persona», el cardenal recordó la oración de sus fieles que sostuvo a Profittlich. Tanto así que él decidió permanecer en el país báltico a pesar de los peligros: el suyo fue un ¡°sí¡± no solo personal, sino también de toda «la Iglesia a la voluntad de Dios», porque «la santidad personal siempre está sostenida por la santidad de la Iglesia, la esposa de Cristo».
Schönborn citó después dos iniciativas particulares: la primera, celebrada el pasado 4 de septiembre en Tallin por los padres dominicos, consistente en la lectura ininterrumpida, durante 24 horas, de los nombres de muchas víctimas de los campos de prisioneros soviéticos. La segunda, que se remonta al Gran Jubileo del 2000, cuando san Juan Pablo II pidió a un grupo de historiadores comenzar a redactar un martirologio de los siglos más recientes. «Solo Dios conoce todos los nombres» de esos mártires, concluyó el purpurado, subrayando finalmente que su sangre «es la semilla que engendra cristianos».
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