ÐÓMAPµ¼º½

Buscar

J¨®venes en la Vigilia de oraci¨®n en Tor Vergata J¨®venes en la Vigilia de oraci¨®n en Tor Vergata  (@Vatican Media)

El primer Jubileo de Romeena: ?Una experiencia vibrante?

Procedente de Bangalore, doctoranda de la Christ University, participa por primera vez en el evento dedicado a los Âᨮ±¹±ð²Ô±ð²õ del mundo y cuenta que lo que est¨¢ viviendo le est¨¢ cambiando la vida: la oraci¨®n, los silencios, los juegos, el compartir, la diversidad de historias y culturas. ?La fe puede unir a las personas?, afirma la joven, que tambi¨¦n relata la particular experiencia de ?amistad? con sus compa?eros de Pakist¨¢n: ?Se han derrumbado muchos prejuicios y estereotipos?.

Jinu Jacob ¨C Ciudad del Vaticano

Romeena Roy, estudiante de doctorado en la Christ University de Bangalore, está viviendo una experiencia única: su primera participación en un encuentro jubilar de jóvenes en Roma. En este evento internacional, que reúne a chicas y chicos de todo el mundo bajo el signo de la fe y la esperanza, la joven ha descubierto conexiones profundas, momentos de reflexión espiritual y vínculos humanos inesperados. Relata su experiencia a los medios de comunicación vaticanos.

Estás en Roma para participar en el Jubileo de los Jóvenes. ¿Cómo va todo?

Es simplemente extraordinario. Me siento inmensamente agradecida de estar aquí. Es una experiencia vibrante: jóvenes procedentes de todos los rincones del mundo, con culturas e historias diferentes, pero todos unidos por corazones abiertos. Uno de los momentos más inolvidables fue cuando miles de nosotros nos reunimos el lunes pasado frente a la Basílica de San Pedro. Formar parte de una multitud tan grande, unida en la fe, fue conmovedor. En ese instante sentí con fuerza la presencia de Jesús y María y la espiritualidad que nos une como cristianos. Cada uno traía consigo una historia única, pero estábamos unidos por una esperanza común, un amor compartido y una fe que trasciende todas las fronteras. Fue un poderoso recordatorio de que, como cristianos, llevamos dentro algo extraordinario: un espíritu capaz de cambiar el mundo.

¿Cuál es el tema del encuentro y cómo lo estás viviendo?

El tema central es la esperanza, comprenderla en profundidad, reconocer su fuerza y la forma en que se manifiesta en nuestra vida cotidiana. A través de debates en grupo, intercambios personales y actividades simbólicas, estamos confrontando experiencias profundas. Un punto de referencia para nosotros es Santa Claudine Thévenet: su fe en el sufrimiento nos inspira a reflexionar sobre nuestras dificultades con una nueva mirada.

¿Qué actividades te han impresionado más?

Cada día está lleno de momentos significativos. Hay espacios de silencio para escribir en cuadernos personales, pequeños regalos simbólicos, como llaveros que representan la esperanza y la resiliencia, y muchas actividades creativas. Una me llamó especialmente la atención: un juego en el que teníamos que correr descalzos para recuperar nuestras sandalias. Me hizo pensar en lo a menudo que en la vida tenemos que seguir adelante incluso cuando nos sentimos vulnerables o desprevenidos. Otro ejercicio consistía en coger globos de agua con un paño, por parejas: una experiencia que nos mostró lo importante que es tener a alguien a nuestro lado en los momentos difíciles. Durante la actividad «Backpack Reflection» examinamos lo que llevamos en la «mochila» de nuestra vida: qué conservar, qué dejar ir y por qué. Un ejercicio sencillo, pero muy profundo. Por último, uno de los más divertidos: usar un cepillo de dientes y un sombrero sin manos. Nos reímos mucho, pero también nos enseñó que incluso las acciones más simples requieren colaboración y confianza.

¿Hay espacio para crear vínculos fuera de las sesiones?

Por supuesto. Es una de las partes más bonitas de toda la reunión. Se crea un vínculo auténtico y espontáneo. Nos contamos nuestras historias, intercambiamos dulces tradicionales, hablamos de los retos a los que nos enfrentamos y de los sueños que cultivamos. En pocas horas, nos sentimos como una gran familia. Hemos compartido momentos sencillos pero intensos: descansar juntos en los rincones del Vaticano, tumbarnos en las calles empedradas bajo el cielo romano, reír sin barreras. La amabilidad que hemos recibido ha sido increíble. Los organizadores, junto con el Gobierno italiano, nos han ofrecido comida y transporte gratuitos, lo cual es un gesto de acogida maravilloso. Lo que más me ha impresionado ha sido ver la unidad en la diversidad. Jóvenes de culturas muy diferentes se han adaptado, han acogido y apoyado a los demás con naturalidad. No había divisiones, solo humanidad, fe compartida y respeto mutuo.

¿Qué mensaje te llevarás contigo después de esta experiencia?

Que la esperanza es real y que la fe puede unir a las personas de maneras que a menudo olvidamos. Incluso en los momentos más inciertos, estar rodeada de jóvenes que, a pesar de sus dificultades, eligen la alegría, me ha recordado que la unidad es posible. Me iré con un corazón renovado y un mensaje que compartir con el mundo: «Aférrate a la esperanza. Deja que sea tu ancla». Porque en la fuerza silenciosa de la fe y la comunidad encontramos más luz de la que el mundo jamás ha prometido.

Has vivido un encuentro significativo con unos jóvenes de Pakistán. ¿Quieres contárnoslo?

Sí, fue una experiencia profundamente transformadora. Era la primera vez en mi vida que conocía a alguien de Pakistán. Hasta entonces, había absorbido inconscientemente los estereotipos de los medios de comunicación y las películas, que a menudo se centraban en los conflictos y las tensiones políticas. Todo cambió cuando conocí a Salman y a la hermana Safia, miembros de mi grupo. En tres días, todos esos prejuicios se desvanecieron. Eran personas muy amables, abiertas y profundamente arraigadas en la fe cristiana. Reímos, compartimos comidas, hablamos de nuestras vidas y nuestros sueños. El «peso político» simplemente no existía. No había un «nosotros» y un «ellos». Éramos solo seres humanos que vivían juntos una experiencia de fe. Lo que más me impactó fue la naturalidad de nuestro vínculo. Ya no los veía como «personas de otro país», sino como amigos. A través de ellos, aprendí algo sobre Pakistán, pero sobre todo sobre mí misma: sobre lo fácil que es juzgar, lo rápido que asumimos cosas y lo mucho que necesitamos encuentros auténticos para sanar las fracturas que heredamos. Esta experiencia me enseñó que la verdadera humanidad y la fe no tienen fronteras. Y que, a menudo, las lecciones más importantes nos las dan precisamente aquellos a quienes ni siquiera pensábamos conocer.

Gracias por haber le¨ªdo este art¨ªculo. Si desea mantenerse actualizado, suscr¨ªbase al bolet¨ªn pulsando aqu¨ª

04 agosto 2025, 10:39