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El cardenal Pietro Parolin en la inauguración de la 75? Semana Litúrgica Nacional en Nápoles El cardenal Pietro Parolin en la inauguración de la 75? Semana Litúrgica Nacional en Nápoles 

La liturgia, ?lugar? de proximidad, esperanza y signo de paz

En la inauguración de la 75? Semana Litúrgica Nacional en Nápoles, el secretario de Estado ofreció una larga reflexión en la que recordó cómo en la liturgia el tema de la esperanza, en el centro del a?o jubilar, se entrelaza con la fe y la caridad. Antes de la intervención del cardenal, se leyó un mensaje de León XIV con el deseo de que los trabajos ?favorezcan una participación cada vez más activa de los fieles en la acción litúrgica de la Iglesia?

Benedetta Capelli – Ciudad del Vaticano

«La liturgia alimenta y vivifica la esperanza»: es el título de la conferencia del cardenal secretario de Estado Pietro Parolin, pronunciada en la catedral de Nápoles, donde se expusieron las reliquias de San Genaro la tarde del 25 de agosto, tras la celebración de las vísperas con motivo de la inauguración de la 75ª Semana Litúrgica Nacional, programada hasta el jueves 28 de agosto. Centrada en el tema «Tú eres nuestra esperanza. Liturgia: de la contemplación a la acción», la Semana cuenta con la participación de unas 500 personas, entre estudiosos y liturgistas.

Antes de la intervención del cardenal, se leyó un mensaje del Papa León XIV, quien saludó a los ponentes y participantes y expresó su deseo de que los trabajos de la Semana «favorezcan una participación cada vez más activa de los fieles en la acción litúrgica de la Iglesia, suscitando una renovada conciencia del carácter evangelizador de las celebraciones sagradas».

«Que el simposio anime a la reflexión y elabore líneas pastorales operativas – escribe el Pontífice – para que los fieles redescubran las iglesias como lugares de culto, donde se celebra la fe, se encuentra al Señor presente y actuante en los sacramentos y se vive la comunión fraterna».

Esperanza, contemplación, acción y paz: estas son las palabras clave de la reflexión del cardenal, que recuerda cómo la fe en Cristo, «nuestra esperanza», cantada en el Te Deum, y el Jubileo que se está viviendo son «realidades que celebramos y vivimos en la liturgia».

“Son propias de la celebración en la que el hombre, agobiado por sus fatigas, sus fragilidades y su pecado, no puede sino abandonarse al amor de Dios confiando en su misericordia”

El cardenal Parolin besa la teca con la reliquia de la sangre de San Genaro, patrón de Nápoles
El cardenal Parolin besa la teca con la reliquia de la sangre de San Genaro, patrón de Nápoles   (ANSA)

Alimento de amor

Pero para que la liturgia sea alimento de la fe y de la esperanza, es necesario, subrayó el cardenal Parolin, «experimentar a Dios en la celebración», entrenarse en su presencia a través de la contemplación, que no es «alimentar los ojos», sino que ocurre «dentro» de cada uno de nosotros y que, al salir «afuera», encuentra a «otro».

«La contemplación – afirma el secretario de Estado – es la actitud de quien reconoce el don de Dios en la liturgia, es decir, el Misterio pascual de Cristo. Reconoce su presencia en los sacramentos, en particular en el sacrificio eucarístico, en la palabra, en el ministro, en la asamblea». La invitación es a captar «la belleza de la liturgia, la belleza del amor salvífico de Dios, manifestado en Jesucristo, muerto y resucitado», como se lee en la Evangelii gaudium.

«Investigadores de Dios»

La contemplación suscita asombro, «dejarse alimentar por la esperanza que proviene del Misterio contemplado y celebrado», lo que pone en marcha –destaca Parolin – la vida espiritual, hace abrir los brazos para recibir el don recibido.

Sin embargo, es necesario que la liturgia sea inclusiva, «capaz de suscitar asombro en el niño, en el adolescente, en el joven, en el adulto, en el anciano, en el discapacitado, en el migrante; en todos aquellos que, si sienten hambrientos de Dios, de su amor, y lo mendigan – continúa el cardenal – en nuestras liturgias y en nuestras comunidades como signo de esperanza del hombre hacia Dios, pero también como signo de esperanza para la Iglesia, en la que todavía tenemos buscadores de Dios».

Artesanos de la unidad

«La liturgia nos invita a mirar al cielo, pero en la concreción de la vida», sólo uniendo «el rito a la vida, la celebración – afirma el secretario de Estado –puede ser fuente de esperanza». Esta conexión – entre liturgia y vida, contemplación y acción – convierte a los hombres en «artesanos de la unidad». Solo así, conservando la relación entre sacramentalidad y humanidad, «seremos capaces de responder a quienes nos preguntan por la razón de la esperanza que hay en nosotros».

Signo de esperanza

Para el cardenal Parolin es necesario que la liturgia se convierta cada vez más en un «lugar» de proximidad, esperanza, libertad, hospitalidad y refugio. A veces – afirma – es el único lugar hospitalario porque no desgarra y porque en él el pueblo se reconoce como comunidad. Así se refiere a la parroquia de la Sagrada Familia de Gaza City, afectada por los bombardeos del pasado 17 de julio, en los que perdieron la vida tres personas, que «sigue siendo –subraya el cardenal – uno de los pocos (si no el único) signos de esperanza de esa tierra devastada, en la que no solo rezan, sino que han encontrado refugio y moran, en el templo de Dios, unos 500 cristianos».

“La casa de oración se convierte en la morada y el refugio del pueblo de Dios y de cualquier persona perseguida y oprimida, signo de esperanza segura”

Hambre de Dios

Es necesaria, añade el cardenal, una liturgia «inclusiva, intercultural y hospitalaria» en las parroquias italianas, cada vez más multiculturales; una liturgia que sea la máxima manifestación de la «sinodalidad».

Parolin recuerda que en las ciudades hay muchas personas procedentes de otros continentes, que han recorrido las rutas de la esperanza, pero se han encontrado con auténticos vía crucis, en los que no ha faltado la oración para pedir la salvación. Así, exhorta a pensar no solo en su sustento material, sino también en su sed de espiritualidad, en el hambre de esperanza que proviene de su fe en Dios.

El don de la paz

La esencia de la liturgia es «la paz – afirma – como don del Resucitado; no es un signo, sino paz auténtica, verdadera comunión». De hecho, la paz es fruto de la celebración y «se experimenta – afirma Parolin – ya en la celebración; esperanza de una paz que, si es verdadera, se extiende desde allí al mundo entero y de la que, en primer lugar, nos hacemos portadores». 

Si la liturgia se celebra con sinceridad, también interior, nos convertimos en testigos de esperanza y paz. Sería bonito que al entrar en la iglesia se leyera: «Aliméntense de esperanza, ustedes que entran», porque la esperanza es Cristo vivo y actuante en la liturgia.

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26 agosto 2025, 13:24