Viganò: Conocer es esperar con conciencia
Edoardo Giribaldi — Ciudad del Vaticano
“La esperanza no puede pensarse sin una forma de saber, y el conocimiento auténtico —no el técnico ni meramente descriptivo— lleva en sí una apertura que lo hace estructuralmente afín a la esperanza”.
Con esta reflexión, monseñor Dario Edoardo Viganò, vicecanciller de la Pontificia Academia de las Ciencias (PAS), abrió su ponencia titulada “El conocimiento, alma de la esperanza”, en el III Encuentro Internacional "La Ciencia por la Paz", que comenzó este viernes 4 de julio de 2025 en el Parque de la Ciencia de Teramo, y que continuará mañana en la Casa María Inmaculada de Giulianova.
Un conocimiento que espera
En la primera parte de su intervención, Viganò abordó la esperanza como una forma de espera que conlleva conocimiento, partiendo de una célebre cita de las Confesiones de Agustín:
“Et tota spes mea non nisi in magna valde misericordia tua”, es decir, “toda mi esperanza está puesta en la inmensa grandeza de tu misericordia”.
Bajo esta expresión devocional, explicó, se esconde en realidad “una teoría del conocimiento”: la spes agustiniana no es un sentimiento subjetivo, sino una condición trascendental del saber, que no se manifiesta como dominio de la realidad, sino como apertura a su desborde. Y es ahí donde enraíza la esperanza: “no como una opinión optimista sobre el futuro, sino como una forma de estar conscientemente en medio de lo inconcluso”.
Esta “esperanza epistemológica” también encuentra una imagen ejemplar en el cine, especialmente en Solaris de Andréi Tarkovski. Kris Kelvin, su protagonista, llega a una estación espacial donde “el conocimiento racional” inevitablemente “flaquea”, y solo queda la actitud de la espera: “no de análisis, sino de comprensión”.
La decisión final de permanecer en Solaris no nace de un saber objetivo, sino de una confianza en lo desconocido: un conocimiento que se atreve a esperar.
“Seguir conociendo”
Viganò también habló del “horizonte de la esperanza”, recuperando las reflexiones del filósofo Edmund Husserl, y afirmando que “todo dato es siempre también una apertura hacia otra cosa, hacia aquello que aún no se ha tematizado pero que ya está implicado en la experiencia”.
Conocer de verdad, entonces, significa mantenerse abierto a lo desconocido:
“No todo ha sido dicho, no todo ha sido visto. Y precisamente por eso, vale la pena seguir conociendo”.
Esta actitud no debe interpretarse como “debilidad del saber” ni como una “invocación a lo indefinido”, sino como una “disciplina del límite”: una forma de conocimiento capaz de aceptar lo que todavía falta.
“Esperar no significa tolerar el vacío ni proyectar expectativas subjetivas sobre la realidad. Significa, más radicalmente, pensar la realidad como algo que desborda su propia manifestación”.
Y frente a un conocimiento que busca encerrarlo todo en fórmulas y predicciones, Viganò propuso un saber que se mantenga abierto y profundamente humano:
“El conocimiento que espera no renuncia a la racionalidad, pero la modula reconociendo su finitud intrínseca”.
Para concluir, citó la Carta a los Hebreos:
“La fe es la garantía de lo que se espera; la prueba de lo que no se ve”.
La fe entendida como confianza, como base para un conocimiento consciente de que “lo que se sabe no lo es todo”.
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