Jubileo de las Iglesias Orientales, la Divina Liturgia en rito siro-oriental
Antonella Palermo - Ciudad del Vaticano
Entre las procesiones de peregrinos procedentes de todas las partes del mundo que también ayer atravesaron los esplendores de la basílica vaticana, una destacaba a las 13 horas dirigiéndose hacia el altar de la Cátedra: la de decenas de ministros que iban a participar en la Santa Qurbana, presidido por el Patriarca de la Iglesia caldea Louis Raphaël I Sako. Un resplandor de casullas doradas desfiló al son de los cantos tradicionales sirios orientales, en el segundo día del Jubileo de las Iglesias Orientales. Marcada por la anáfora de Addai y Mari, una antigua plegaria eucarística típicamente sirio-oriental que se cree fue compuesta por Tadeo de Edesa y Mari, discípulos de Santo Tomás Apóstol, las raíces comunes de la Iglesia caldea y la Iglesia siro-malabar convergieron en la misa.
Thattil: el Jubileo es comunión viva
«Que la celebración sea signo, no sólo de una herencia conservada, sino de una comunión viva», fue el deseo expresado en la homilía por Su Beatitud Mar Raphael Thattil, arzobispo mayor de la Iglesia siro-malabar. «Dejémonos renovar en el deseo de avanzar juntos, Oriente y Occidente, como una Iglesia peregrina que proclama la esperanza en un mundo necesitado de curación», añadió. Thattil subrayó que el Jubileo no es sólo una conmemoración, sino una convocatoria para redescubrir la alegría del Espíritu, para testimoniar en el mundo que Cristo está vivo y camina con su Iglesia.
En unidad, según el lema de León XIV
Se respira entre los fieles una atmósfera de pertenencia sentida, de ferviente espiritualidad, los niños llevan rosarios al cuello, los cantos nos transportan a las antiguas civilizaciones mesopotámicas. Al recordar al amado pastor Francisco -promotor incansable de la causa de los pobres, cuya voz llama a todos a la escucha y al abrazo de la sociedad con sus diversas culturas, y cuyo pontificado sigue inspirando a la Iglesia en el camino de la humildad y del servicio gozoso-, la mirada se dirige al nuevo Sucesor de Pedro León XIV, que llena los corazones de fresca esperanza y cuyo lema recuerda esa unidad que no es, señala Su Beatitud, algo que construir, sino un don de Aquel que hace de nosotros un solo cuerpo. «Celebrar esta liturgia, por tanto, no es sólo admirar algo bello -señaló-, sino entrar en el misterio de la Iglesia que es verdad universal, que incorpora la diversidad».
Gugerotti: siguen siendo Iglesias misioneras
Las Iglesias orientales son, de hecho, misioneras: así lo reiteró el cardenal Claudio Gugerotti, prefecto del Dicasterio para las Iglesias Orientales, en su discurso al final de la Divina Liturgia. El cardenal recordó lo que ha sido una historia de divisiones, persecuciones, mártires, y que corrió el riesgo de hacer desaparecer a estas Iglesias. «En cambio, ahora están aquí, llenas de fe, testigos de Cristo resucitado. Quiero agradecerles lo que representan para nosotros. Sigan siendo misioneros -insistió-, porque la misión de la Iglesia no ha terminado». Recordando cómo las diásporas han sido un auténtico drama, animó sin embargo a trabajar para que «Dios ofrezca una nueva oportunidad de evangelización. «Ustedes son los misioneros hoy, continúen en sus tradiciones, según sus culturas. Si las pierden, es la Iglesia la que pierde una parte importante de sí misma que no puede ser sustituida». E invocó la bendición del Señor para que estas identidades diferentes se revistan de todo bien, con la esperanza de que seamos «felices de estar juntos». Y por último, el mandato: «Preserven la unidad porque el nombre de Dios es unidad y amor».
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