El Vía Crucis de los antiguos prisioneros y mutilados de guerra
Svitlana Dukhovych – Ciudad del Vaticano
El «Vía Crucis por los presos y el retorno de la paz a Ucrania». Con este título se celebró ante la catedral de Santa Sofía de la capital ucraniana el emotivo y conmovedor rito que conmemora el doloroso recorrido de Jesús que se encamina a la crucifixión.
A la oración, de connotación ecuménica, asistieron antiguos prisioneros de guerra, heridos y familiares de soldados desaparecidos. El rito fue presidido por el nuncio apostólico, el arzobispo Visvaldas Kulbokas, que informó a los medios de comunicación vaticanos sobre la importancia de esta iniciativa.
Monseñor Kulbokas, ¿cómo surgió este momento de oración y cuál fue su significado en este momento histórico?
Fue una iniciativa muy emotiva, organizada por el «Movimiento internacional de mujeres por los valores familiares». Casi todas las familias en estos tiempos de guerra tienen un caído, o un prisionero de guerra, o un ex prisionero, o un herido, o alguien que está en el frente.
Este evento reunió a personas que querían acompañar a madres y esposas, que sufren la pérdida de sus seres queridos caídos en el frente o que tienen en sus familias soldados heridos y prisioneros de guerra. Eran todas personas que querían comenzar la Semana Santa con Jesús en la oración, uniendo su propia experiencia, su propio dolor al de Jesús Redentor, y además uniendo sus oraciones de forma ecuménica.
¿Qué significó para usted presidir esta oración?
Ya había sido emocionante para mí saber que existía esta iniciativa, pero luego, cuando se materializó, me emocioné hasta las lágrimas porque los textos de todas las estaciones del Vía Crucis fueron leídos por personas que viven en su propia piel una experiencia que comparten con el sufrimiento de Jesús. Por ejemplo, durante la primera estación, la de la condena, llevando la cruz y leyendo la reflexión estaba un antiguo prisionero de guerra, mutilado de una pierna y un brazo.
En este sentido, pensaba en mi corazón que cuando tenemos tales experiencias en nuestras vidas que son ya muy parecidas a la pasión de Jesús y entonces unimos nuestra experiencia a la de Jesús, o al menos intentamos unirla en la oración, para mí eso es lo mejor.
Así que ya este aspecto humano y espiritual – ambos unidos – era realmente para llorar. Creo que pocas veces vemos un Vía Crucis en el que los que leen el texto, y de hecho no sólo los que leen, sino todos los que participan, y había más de cien, creo que quizá doscientas o trescientas personas, todos los que asisten a un Vía Crucis lloran.
¿Qué significa para las personas que han sufrido tanto participar en los sufrimientos de Jesús?
Unirse por la fe a la propia experiencia y llorar junto a Jesús. Creo que la experiencia personal en estos casos ayuda a comprender, al menos en parte, la pasión de Jesús.
Otro aspecto es que ahí, en ese momento, no hay necesidad de esperar que nadie más necesariamente me entienda o esté conmigo porque soy yo quien vive la Cruz, la Cruz está conmigo. En ese momento, estoy con Dios. Eso es la gracia.
¿Qué opina de que este año todas las confesiones entren juntas en Semana Santa y celebren la Pascua el mismo día?
El hecho de que este año la Pascua, según los dos calendarios principales – Gregoriano y Juliano – caiga en la misma fecha, nos ha facilitado enormemente las cosas. Es una alegría para mí, y puedo verlo en los rostros de muchos de mis hermanos católicos, y también de mis hermanos ortodoxos y protestantes. Es una alegría vivir juntos la Pascua.
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