Gallagher: la ?diplomacia de la esperanza? de Francisco, remedio para un mundo dividido
Edoardo Giribaldi - Ciudad del Vaticano
«La diplomacia de la esperanza», tan querida por el Papa, es un mensaje vital y sanador para hacer frente a las fisuras y divisiones internacionales, respondiendo a las violaciones de los derechos fundamentales y a la necesidad de “signos tangibles” de confianza “en los tiempos que vivimos”. El segmento de alto nivel de la 58ª Sesión Ordinaria del Consejo de Derechos Humanos, que se celebra hoy, 25 de febrero, en Ginebra, ha brindado la oportunidad al arzobispo Paul Richard Gallagher, Secretario para las Relaciones con los Estados y las Organizaciones Internacionales, de relanzar algunas de las principales cuestiones planteadas por Francisco durante su pontificado.
Derecho a la vida y vocación a la maternidad
El representante del Vaticano introdujo su discurso con la imagen del Jubileo de la esperanza frente a un mundo «que afronta la tragedia de numerosos conflictos, crisis globales y continuas violaciones de los derechos humanos». Su discurso giró en torno al derecho a la vida, «requisito previo para el desarrollo de todos los demás derechos humanos». Como ya subrayó Francisco, «ningún niño es un error o culpable de existir, así como ningún anciano o enfermo puede ser privado de esperanza y descartado». El deseo de la Santa Sede para el 30 aniversario de la Conferencia Mundial sobre la Mujer de Pekín es que se convierta en una ocasión para celebrar los «dones» únicos de las mujeres y «apoyar la vocación a la maternidad».
Anulación de la deuda y crisis de los refugiados
Gallagher se hizo eco del llamamiento del Papa a la abolición universal de la pena de muerte, recordando cómo hoy unos 125 millones de personas se ven obligadas a desplazarse. El antídoto a esta crisis, retomando de nuevo las palabras de Francisco, es la creación de «rutas regulares y seguras», combinada con una consideración más humana de los refugiados, que no deben ser tratados como «objetos a colocar». El Secretario de Estado también relanzó la propuesta de anular la deuda de los Estados pobres, recordando que «casi la mitad de la población mundial» vive «en países que gastan más en pagar» este déficit «que en sanidad y educación». Se trata de una cuestión de «justicia» y «generosidad», como ya afirmó el Papa, que está vinculada a la «deuda ecológica» entre el Norte y el Sur del mundo. Otro tema abordado por Gallagher es el de la falta de libertad religiosa, calificada de «obstáculo para una paz duradera y un desarrollo integral». En la actualidad, unos 380 millones de cristianos son perseguidos por su fe, recordó el secretario vaticano, que pidió una libertad que incluya a todas las confesiones.
Respetar la soberanía de los Estados
Gallagher concluyó su discurso subrayando que los desafíos globales sólo pueden afrontarse mediante un «multilateralismo fuerte» que respete «la soberanía de los Estados» y haga uso de un «lenguaje común».El riesgo, advirtió el Papa, es el de «instrumentalizar los documentos» sobre cuestiones muy cruciales, «cambiando el significado de los términos o reinterpretando unilateralmente el contenido de los tratados de derechos humanos, con el fin de promover ideologías divisorias que pisotean los valores y la fe de los pueblos».Una forma de «ideología colonial», añadió Gallagher, que socava las relaciones internacionales y compromete la integridad de las instituciones multilaterales, desviando la atención de las cuestiones «que realmente importan».
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