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Ciudad del Vaticano La Oficina de Prensa del Vaticano public¨® hoy una Carta abierta del Card. Marc Ouellet, Prefecto de la Congregaci¨®n para los Obispos, sobre las recientes acusaciones contra la Santa Sede. A continuaci¨®n, la traducci¨®n en espa?ol del texto completo originario en lengua francesa.  Querido hermano Carlo Maria Vigan¨°, en su ¨²ltimo mensaje a los medios de comunicaci¨®n, en el que denuncia al Papa Francisco y la Curia romana, me exhorta a decir la verdad sobre los hechos que usted interpreta como una corrupci¨®n end¨¦mica que ha invadido la jerarqu¨ªa de la Iglesia hasta su nivel m¨¢s alto. Con el debido permiso pontificio, ofrezco aqu¨ª mi testimonio personal, como Prefecto de la Congregaci¨®n para los Obispos, sobre los acontecimientos relacionados con el Arzobispo em¨¦rito de Washington, Theodore McCarrick y sus presuntos v¨ªnculos con el Papa Francisco, que son el objeto de su clamorosa denuncia p¨²blica y de su reclamo de que el Santo Padre renuncie. Escribo mi testimonio basado en mis contactos personales y en los documentos de los archivos de la Congregaci¨®n antes mencionada, que actualmente son objeto de un estudio para aclarar este triste caso. Perm¨ªtame decirle en primer lugar, con total sinceridad, en virtud de la buena relaci¨®n de colaboraci¨®n que exist¨ªa entre nosotros cuando era Nuncio en Washington, que su posici¨®n actual parece incomprensible y extremadamente reprensible, no solo por la confusi¨®n que siembra en el pueblo de Dios, tambi¨¦n porque sus acusaciones p¨²blicas da?an seriamente la fama de los Sucesores de los Ap¨®stoles. Recuerdo haber disfrutado por un periodo de su estima y su confianza, pero me doy cuenta de que habr¨ªa perdido a tus ojos la dignidad que me reconociste, por el solo hecho de mantenerme fiel a las pautas del Santo Padre en el servicio que me ha confiado en la Iglesia. ?No es la comuni¨®n con el Sucesor de Pedro la expresi¨®n de nuestra obediencia a Cristo que lo ha elegido y lo apoya con Su gracia? Mi interpretaci¨®n de Amoris Laetitia, que usted lamenta, est¨¢ inscrita en esta fidelidad a la tradici¨®n viva, de la que Francisco nos ha dado un ejemplo con la reciente modificaci¨®n del Catecismo de la Iglesia Cat¨®lica sobre la cuesti¨®n de la pena de muerte. Vamos a los hechos. Usted dice que inform¨® al Papa Francisco el 23 de junio de 2013 sobre el caso de McCarrick en la audiencia que le concedi¨®, como a tantos otros representantes pontificios con quienes se reuni¨® por primera vez ese d¨ªa. Me imagino la enorme cantidad de informaci¨®n verbal y escrita que tuvo que reunir en esa ocasi¨®n sobre muchas personas y situaciones. Dudo mucho que McCarrick lo haya interesado hasta el punto de que usted quisiera hacer creer, desde el momento en que era un Arzobispo em¨¦rito de 82 a?os y desde hace siete a?os sin cargo. Adem¨¢s, las instrucciones escritas preparadas para usted por la Congregaci¨®n para los Obispos al comienzo de su servicio en 2011, no dec¨ªan nada sobre McCarrick, excepto lo que le cont¨¦ sobre su situaci¨®n como Obispo em¨¦rito teniendo que obedecer ciertas condiciones y restricciones debido a los rumores sobre su comportamiento en el pasado. Desde el 30 de junio de 2010, desde que soy Prefecto de esta Congregaci¨®n, nunca he llevado el caso de McCarrick a una audiencia con el Papa Benedicto XVI o el Papa Francisco, excepto en estos ¨²ltimos d¨ªas, despu¨¦s de su decadencia por el Colegio de Cardenales. Al ex cardenal, jubilado en mayo de 2006, se le exhort¨® fuertemente que no viajar y a no aparecer en p¨²blico para no provocar m¨¢s rumores a su respecto.  Es falso presentar las medidas adoptadas contra ¨¦l como "sanciones" decretadas por el Papa Benedicto XVI y anuladas por el Papa Francisco. Despu¨¦s del reexamen de los archivos, observo que no hay documentos firmados por ninguno de los papas, ni una nota de la audiencia de mi predecesor, el cardenal Giovanni-Battista Re, quien dio mandado de obligaci¨®n del Arzobispo Em¨¦rito McCarrick de silenciar y de la vida privada, con el rigor de las penas can¨®nicas. La raz¨®n es que, a diferencia de hoy, en aquel momento no hab¨ªa pruebas suficientes de su presunta culpabilidad. De ah¨ª la posici¨®n de la Congregaci¨®n inspirada en la prudencia y las cartas de mi predecesor y m¨ªas que reiteran, a trav¨¦s del Nuncio Apost¨®lico Pietro Sambi y luego tambi¨¦n a trav¨¦s de usted, la exhortaci¨®n a un estilo de una vida discreta de oraci¨®n y penitencia por su propio bien y el de la Iglesia. Su caso habr¨ªa sido objeto  de nuevas medidas disciplinarias si la Nunciatura en Washington o cualquier otra fuente all¨ª, hubiera proporcionado informaci¨®n reciente y decisiva sobre su comportamiento. Espero, al igual que tantos que, por respeto a  las v¨ªctimas y la necesidad de justicia, la investigaci¨®n en curso en los Estados Unidos y en la Curia Romana, nos ofrezca finalmente una visi¨®n cr¨ªtica de los procedimientos y circunstancias de este caso para que tales eventos no vuelvan a ocurrir en el futuro. ?C¨®mo puede ser que este hombre de la Iglesia, de quien hoy se conoce su incoherencia, haya sido promovido en varias ocasiones, hasta que ocup¨® los m¨¢s altos cargos de Arzobispo de Washington y de cardenal? Yo mismo estoy muy sorprendido por esto y reconozco los fallos en el proceso de selecci¨®n que se han producido en su caso. Pero sin entrar en detalles aqu¨ª, hay que entender que las decisiones tomadas por el Sumo Pont¨ªfice se basan en la informaci¨®n disponible en ese preciso momento y que son objeto de un juicio prudencial que no es infalible.   Me parece injusto concluir que los responsables del discernimiento previo son corruptos aunque si bien, en el caso concreto, se dan algunas pistas. Las conclusiones de la Comisi¨®n a partir de los testimonios deber¨ªan haber sido examinadas m¨¢s a fondo. El prelado en cuesti¨®n ha sido informado para defenderse con gran habilidad contra las dudas que se le plantean.  Por otro lado, el hecho de pueda haber en el Vaticano personas que practican y apoyan comportamientos contrarios a los valores del Evangelio en materia de sexualidad, no nos autoriza a generalizar y declarar indigna y c¨®mplice a tal o cual persona,  incluido al mismo Santo Padre.  ?No es necesario, en primer lugar que los ministros de la verdad se cuiden de la calumnia y difamaci¨®n?  Querido Representante Pontificio Em¨¦rito, le digo francamente que acusar al Papa Francisco de haber encubierto con pleno conocimiento de los hechos este presunto depredador sexual y por lo tanto ser c¨®mplice de la corrupci¨®n que prolifera en la Iglesia, hasta el punto de considerarlo indigno de continuar su reforma como primer pastor de la Iglesia, lo encuentro incre¨ªble e improbable desde todos los puntos de vista. No llego a comprender como usted se ha podido dejar convencer por esta monstruosa acusaci¨®n que no se mantiene en pie. Francisco no tuvo nada que ver con los ascensos de McCarrick en Nueva York, Metuchen, Newark y Washington. Le quit¨® su dignidad de cardenal cuando la acusaci¨®n sobre abuso de menores se demostr¨® evidente. Nunca he o¨ªdo al Papa Francisco hacer alusi¨®n a este autodenominado gran consejero de su pontificado para los nombramientos en Am¨¦rica, aunque ¨¦l no oculta la confianza que deposita en algunos prelados. Intuyo que estos no est¨¢n en sus preferencias, ni en la de los amigos que apoyan su interpretaci¨®n de los hechos. Sin embargo, me resulta aberrante que aproveche el esc¨¢ndalo del abuso sexual en los Estados Unidos para infligir a la autoridad moral de su Superior, el Sumo Pont¨ªfice, un golpe inaudito y no merecido.  Tengo el privilegio de reunirme con el Papa Francisco durante mucho tiempo cada semana, para hablar sobre los nombramientos de los Obispos y los problemas que afectan a su gobierno. S¨¦ muy bien c¨®mo trata a las personas y los problemas: con mucha caridad, misericordia, atenci¨®n y seriedad, como usted mismo ha experimentado. Leer como concluyes tu ¨²ltimo mensaje, aparentemente muy espiritual, burl¨¢ndote y arrojando dudas sobre su fe, ?me ha pareci¨® realmente demasiado sarc¨¢stico, incluso blasfemo! Esto no puede venir del Esp¨ªritu de Dios.  Querido Hermano, quisiera realmente ayudarte a redescubrir la comuni¨®n con aquel que es el garante visible de la comuni¨®n de la Iglesia cat¨®lica. Comprendo c¨®mo la amargura y la desilusi¨®n han marcado tu camino al servicio de la Santa Sede, pero no puedes terminar as¨ª tu vida sacerdotal, en una rebeli¨®n abierta y escandalosa, que inflige una herida muy dolorosa a la Esposa de Cristo, a la que pretendes servir mejor, agravando la divisi¨®n y el desconcierto en el pueblo de Dios. C¨®mo puedo responder a tu pregunta sino dici¨¦ndote: sal de tu escondite, arrepi¨¦ntete de tu revuelta y vuelve a tener mejores sentimientos hacia el Santo Padre, en lugar de exacerbar la hostilidad contra ¨¦l. ?C¨®mo puedes celebrar la Sagrada Eucarist¨ªa y pronunciar su nombre en el canon de la Misa? ?C¨®mo puedes rezar el Santo Rosario, a San Miguel Arc¨¢ngel y a la Madre de Dios, condenando a aquel que Ella protege y acompa?a cada d¨ªa en su pesado y valiente ministerio? Si el Papa no fuera un hombre de oraci¨®n, si estuviera apegado al dinero, si favoreciera a los ricos en detrimento de los pobres, si no mostrara una energ¨ªa incansable para acoger a todos los pobres y darles el consuelo generoso de su palabra y de sus gestos, si no multiplicara todos los medios posibles para anunciar y comunicar la alegr¨ªa del Evangelio a todos y a todas en la Iglesia y m¨¢s all¨¢ de sus fronteras visibles, si no tendiera su mano a las familias, a los ancianos abandonados, a los enfermos de alma y cuerpo y, especialmente, a los j¨®venes en busca de felicidad, tal vez se podr¨ªa preferir a otro, seg¨²n tu punto de vista, con actitudes diplom¨¢ticas o pol¨ªticas diferentes. Pero yo, que he podido conocerlo bien, no puedo cuestionar su integridad personal, su consagraci¨®n a la misi¨®n y, sobre todo, el carisma y la paz que lo habitan por la gracia de Dios y la fuerza del Resucitado. Querido Vigan¨°, en respuesta a tu injusto e injustificado ataque a los hechos, concluyo que la acusaci¨®n es un montaje pol¨ªtico sin un fundamento real que pueda incriminar al Papa, y reitero que ¨¦sta hiere profundamente la comuni¨®n de la Iglesia. Dios quiera que esta injusticia sea r¨¢pidamente remediada y que el Papa Francisco siga siendo reconocido por lo que es: un pastor excepcional, un padre compasivo y firme, un carisma prof¨¦tico para la Iglesia y para el mundo. Que ¨¦l contin¨²e con alegr¨ªa y plena confianza su reforma misionera, consolado por la oraci¨®n del pueblo de Dios y por la renovada solidaridad de toda la Iglesia, con Mar¨ªa, Reina del Santo Rosario.  Cardenal Marc Ouellet  Prefecto de la Congregaci¨®n para los Obispos, Fiesta de Nuestra Se?ora del Santo Rosario, 7 de octubre de 2018. Ciudad del Vaticano La Oficina de Prensa del Vaticano public¨® hoy una Carta abierta del Card. Marc Ouellet, Prefecto de la Congregaci¨®n para los Obispos, sobre las recientes acusaciones contra la Santa Sede. A continuaci¨®n, la traducci¨®n en espa?ol del texto completo originario en lengua francesa. Querido hermano Carlo Maria Vigan¨°, en su ¨²ltimo mensaje a los medios de comunicaci¨®n, en el que denuncia al Papa Francisco y la Curia romana, me exhorta a decir la verdad sobre los hechos que usted interpreta como una corrupci¨®n end¨¦mica que ha invadido la jerarqu¨ªa de la Iglesia hasta su nivel m¨¢s alto. Con el debido permiso pontificio, ofrezco aqu¨ª mi testimonio personal, como Prefecto de la Congregaci¨®n para los Obispos, sobre los acontecimientos relacionados con el Arzobispo em¨¦rito de Washington, Theodore McCarrick y sus presuntos v¨ªnculos con el Papa Francisco, que son el objeto de su clamorosa denuncia p¨²blica y de su reclamo de que el Santo Padre renuncie. Escribo mi testimonio basado en mis contactos personales y en los documentos de los archivos de la Congregaci¨®n antes mencionada, que actualmente son objeto de un estudio para aclarar este triste caso. Perm¨ªtame decirle en primer lugar, con total sinceridad, en virtud de la buena relaci¨®n de colaboraci¨®n que exist¨ªa entre nosotros cuando era Nuncio en Washington, que su posici¨®n actual parece incomprensible y extremadamente reprensible, no solo por la confusi¨®n que siembra en el pueblo de Dios, tambi¨¦n porque sus acusaciones p¨²blicas da?an seriamente la fama de los Sucesores de los Ap¨®stoles. Recuerdo haber disfrutado por un periodo de su estima y su confianza, pero me doy cuenta de que habr¨ªa perdido a tus ojos la dignidad que me reconociste, por el solo hecho de mantenerme fiel a las pautas del Santo Padre en el servicio que me ha confiado en la Iglesia. ?No es la comuni¨®n con el Sucesor de Pedro la expresi¨®n de nuestra obediencia a Cristo que lo ha elegido y lo apoya con Su gracia? Mi interpretaci¨®n de Amoris Laetitia, que usted lamenta, est¨¢ inscrita en esta fidelidad a la tradici¨®n viva, de la que Francisco nos ha dado un ejemplo con la reciente modificaci¨®n del Catecismo de la Iglesia Cat¨®lica sobre la cuesti¨®n de la pena de muerte. Vamos a los hechos. Usted dice que inform¨® al Papa Francisco el 23 de junio de 2013 sobre el caso de McCarrick en la audiencia que le concedi¨®, como a tantos otros representantes pontificios con quienes se reuni¨® por primera vez ese d¨ªa. Me imagino la enorme cantidad de informaci¨®n verbal y escrita que tuvo que reunir en esa ocasi¨®n sobre muchas personas y situaciones. Dudo mucho que McCarrick lo haya interesado hasta el punto de que usted quisiera hacer creer, desde el momento en que era un Arzobispo em¨¦rito de 82 a?os y desde hace siete a?os sin cargo. Adem¨¢s, las instrucciones escritas preparadas para usted por la Congregaci¨®n para los Obispos al comienzo de su servicio en 2011, no dec¨ªan nada sobre McCarrick, excepto lo que le cont¨¦ sobre su situaci¨®n como Obispo em¨¦rito teniendo que obedecer ciertas condiciones y restricciones debido a los rumores sobre su comportamiento en el pasado. Desde el 30 de junio de 2010, desde que soy Prefecto de esta Congregaci¨®n, nunca he llevado el caso de McCarrick a una audiencia con el Papa Benedicto XVI o el Papa Francisco, excepto en estos ¨²ltimos d¨ªas, despu¨¦s de su decadencia por el Colegio de Cardenales. Al ex cardenal, jubilado en mayo de 2006, se le exhort¨® fuertemente que no viajar y a no aparecer en p¨²blico para no provocar m¨¢s rumores a su respecto. Es falso presentar las medidas adoptadas contra ¨¦l como "sanciones" decretadas por el Papa Benedicto XVI y anuladas por el Papa Francisco. Despu¨¦s del reexamen de los archivos, observo que no hay documentos firmados por ninguno de los papas, ni una nota de la audiencia de mi predecesor, el cardenal Giovanni-Battista Re, quien dio mandado de obligaci¨®n del Arzobispo Em¨¦rito McCarrick de silenciar y de la vida privada, con el rigor de las penas can¨®nicas. La raz¨®n es que, a diferencia de hoy, en aquel momento no hab¨ªa pruebas suficientes de su presunta culpabilidad. De ah¨ª la posici¨®n de la Congregaci¨®n inspirada en la prudencia y las cartas de mi predecesor y m¨ªas que reiteran, a trav¨¦s del Nuncio Apost¨®lico Pietro Sambi y luego tambi¨¦n a trav¨¦s de usted, la exhortaci¨®n a un estilo de una vida discreta de oraci¨®n y penitencia por su propio bien y el de la Iglesia. Su caso habr¨ªa sido objeto de nuevas medidas disciplinarias si la Nunciatura en Washington o cualquier otra fuente all¨ª, hubiera proporcionado informaci¨®n reciente y decisiva sobre su comportamiento. Espero, al igual que tantos que, por respeto a las v¨ªctimas y la necesidad de justicia, la investigaci¨®n en curso en los Estados Unidos y en la Curia Romana, nos ofrezca finalmente una visi¨®n cr¨ªtica de los procedimientos y circunstancias de este caso para que tales eventos no vuelvan a ocurrir en el futuro. ?C¨®mo puede ser que este hombre de la Iglesia, de quien hoy se conoce su incoherencia, haya sido promovido en varias ocasiones, hasta que ocup¨® los m¨¢s altos cargos de Arzobispo de Washington y de cardenal? Yo mismo estoy muy sorprendido por esto y reconozco los fallos en el proceso de selecci¨®n que se han producido en su caso. Pero sin entrar en detalles aqu¨ª, hay que entender que las decisiones tomadas por el Sumo Pont¨ªfice se basan en la informaci¨®n disponible en ese preciso momento y que son objeto de un juicio prudencial que no es infalible. Me parece injusto concluir que los responsables del discernimiento previo son corruptos aunque si bien, en el caso concreto, se dan algunas pistas. Las conclusiones de la Comisi¨®n a partir de los testimonios deber¨ªan haber sido examinadas m¨¢s a fondo. El prelado en cuesti¨®n ha sido informado para defenderse con gran habilidad contra las dudas que se le plantean. Por otro lado, el hecho de pueda haber en el Vaticano personas que practican y apoyan comportamientos contrarios a los valores del Evangelio en materia de sexualidad, no nos autoriza a generalizar y declarar indigna y c¨®mplice a tal o cual persona, incluido al mismo Santo Padre. ?No es necesario, en primer lugar que los ministros de la verdad se cuiden de la calumnia y difamaci¨®n? Querido Representante Pontificio Em¨¦rito, le digo francamente que acusar al Papa Francisco de haber encubierto con pleno conocimiento de los hechos este presunto depredador sexual y por lo tanto ser c¨®mplice de la corrupci¨®n que prolifera en la Iglesia, hasta el punto de considerarlo indigno de continuar su reforma como primer pastor de la Iglesia, lo encuentro incre¨ªble e improbable desde todos los puntos de vista. No llego a comprender como usted se ha podido dejar convencer por esta monstruosa acusaci¨®n que no se mantiene en pie. Francisco no tuvo nada que ver con los ascensos de McCarrick en Nueva York, Metuchen, Newark y Washington. Le quit¨® su dignidad de cardenal cuando la acusaci¨®n sobre abuso de menores se demostr¨® evidente. Nunca he o¨ªdo al Papa Francisco hacer alusi¨®n a este autodenominado gran consejero de su pontificado para los nombramientos en Am¨¦rica, aunque ¨¦l no oculta la confianza que deposita en algunos prelados. Intuyo que estos no est¨¢n en sus preferencias, ni en la de los amigos que apoyan su interpretaci¨®n de los hechos. Sin embargo, me resulta aberrante que aproveche el esc¨¢ndalo del abuso sexual en los Estados Unidos para infligir a la autoridad moral de su Superior, el Sumo Pont¨ªfice, un golpe inaudito y no merecido. Tengo el privilegio de reunirme con el Papa Francisco durante mucho tiempo cada semana, para hablar sobre los nombramientos de los Obispos y los problemas que afectan a su gobierno. S¨¦ muy bien c¨®mo trata a las personas y los problemas: con mucha caridad, misericordia, atenci¨®n y seriedad, como usted mismo ha experimentado. Leer como concluyes tu ¨²ltimo mensaje, aparentemente muy espiritual, burl¨¢ndote y arrojando dudas sobre su fe, ?me ha pareci¨® realmente demasiado sarc¨¢stico, incluso blasfemo! Esto no puede venir del Esp¨ªritu de Dios. Querido Hermano, quisiera realmente ayudarte a redescubrir la comuni¨®n con aquel que es el garante visible de la comuni¨®n de la Iglesia cat¨®lica. Comprendo c¨®mo la amargura y la desilusi¨®n han marcado tu camino al servicio de la Santa Sede, pero no puedes terminar as¨ª tu vida sacerdotal, en una rebeli¨®n abierta y escandalosa, que inflige una herida muy dolorosa a la Esposa de Cristo, a la que pretendes servir mejor, agravando la divisi¨®n y el desconcierto en el pueblo de Dios. C¨®mo puedo responder a tu pregunta sino dici¨¦ndote: sal de tu escondite, arrepi¨¦ntete de tu revuelta y vuelve a tener mejores sentimientos hacia el Santo Padre, en lugar de exacerbar la hostilidad contra ¨¦l. ?C¨®mo puedes celebrar la Sagrada Eucarist¨ªa y pronunciar su nombre en el canon de la Misa? ?C¨®mo puedes rezar el Santo Rosario, a San Miguel Arc¨¢ngel y a la Madre de Dios, condenando a aquel que Ella protege y acompa?a cada d¨ªa en su pesado y valiente ministerio? Si el Papa no fuera un hombre de oraci¨®n, si estuviera apegado al dinero, si favoreciera a los ricos en detrimento de los pobres, si no mostrara una energ¨ªa incansable para acoger a todos los pobres y darles el consuelo generoso de su palabra y de sus gestos, si no multiplicara todos los medios posibles para anunciar y comunicar la alegr¨ªa del Evangelio a todos y a todas en la Iglesia y m¨¢s all¨¢ de sus fronteras visibles, si no tendiera su mano a las familias, a los ancianos abandonados, a los enfermos de alma y cuerpo y, especialmente, a los j¨®venes en busca de felicidad, tal vez se podr¨ªa preferir a otro, seg¨²n tu punto de vista, con actitudes diplom¨¢ticas o pol¨ªticas diferentes. Pero yo, que he podido conocerlo bien, no puedo cuestionar su integridad personal, su consagraci¨®n a la misi¨®n y, sobre todo, el carisma y la paz que lo habitan por la gracia de Dios y la fuerza del Resucitado. Querido Vigan¨°, en respuesta a tu injusto e injustificado ataque a los hechos, concluyo que la acusaci¨®n es un montaje pol¨ªtico sin un fundamento real que pueda incriminar al Papa, y reitero que ¨¦sta hiere profundamente la comuni¨®n de la Iglesia. Dios quiera que esta injusticia sea r¨¢pidamente remediada y que el Papa Francisco siga siendo reconocido por lo que es: un pastor excepcional, un padre compasivo y firme, un carisma prof¨¦tico para la Iglesia y para el mundo. Que ¨¦l contin¨²e con alegr¨ªa y plena confianza su reforma misionera, consolado por la oraci¨®n del pueblo de Dios y por la renovada solidaridad de toda la Iglesia, con Mar¨ªa, Reina del Santo Rosario. Cardenal Marc Ouellet Prefecto de la Congregaci¨®n para los Obispos, Fiesta de Nuestra Se?ora del Santo Rosario, 7 de octubre de 2018. 

Carta abierta del Card. Marc Ouellet sobre las recientes acusaciones a la Santa Sede

El Cardenal Ouellet de dirige a Mons. Carlo Maria Vigan¨° afirmando que sus acusaciones son un marco pol¨ªtico carente de un fundamento real y que ¡°todo esto no puede provenir del Esp¨ªritu de Dios¡±. Destaca su llamamiento: sal de tu clandestinidad, arrepi¨¦ntete de tu esc¨¢ndalo y vuelve a mejores sentimientos hacia el Papa.

Ciudad del Vaticano

Querido hermano Carlo Maria Vigano,

En tu último mensaje a los medios, donde denuncias al Papa Francisco y a la Curia romana, me exhortas a decir la verdad sobre los hechos que tú interpretas como una corrupción endémica que ha invadido la jerarquía de la Iglesia hasta su más alto nivel. Con el debido permiso pontificio, ofrezco aquí mi testimonio personal, como Prefecto de la Congregación para los Obispos, sobre los asuntos que conciernen al Arzobispo emérito de Washington Theodore McCarrick y su presunta vinculación con el Papa Francisco, que son objeto de tu clamorosa denuncia pública, así como de tu pretensión de que el Santo Padre dimita. Escribo este mi testimonio basándome en mis contactos personales y en los documentos de los archivos de dicha Congregación, que están siendo actualmente objeto de un estudio para esclarecer este triste caso.

Permíteme decirte en primer lugar, con total sinceridad, y en virtud de la buena relación de colaboración que existía entre nosotros cuando eras Nuncio en Washington, que tu posición actual me parece incomprensible y extremadamente reprobable, no solo por la confusión que siembra en el pueblo de Dios, sino porque tus acusaciones públicas dañan gravemente la reputación de los obispos, sucesores de los Apóstoles. Recuerdo haber gozado durante un tiempo de tu estima y de tu confianza, pero constato que ahora he perdido ante tus ojos la dignidad que me reconocías, por el simple hecho de haber permanecido fiel a las orientaciones del Santo Padre en el servicio a la Iglesia que me ha confiado. La comunión con el Sucesor de Pedro, ¿no es la quizás expresión de nuestra obediencia a Cristo, que lo ha elegido y lo sostiene con Su gracia? Mi interpretación de Amoris Laetitia que tú lamentas se inscribe en esta fidelidad a la tradición viva, de la que Francisco nos ha dado ejemplo con la reciente modificacióndel Catecismo de la Iglesia Católica sobre la cuestión de la pena de muerte.

Vayamos a los hechos. Tú dices haber informado al Papa Francisco el 23 de junio de 2013 sobre el caso McCarrick durante la audiencia que te concedió, a ti y a otros muchos representantes pontificios con quienes ese día se encontraba por primera vez. Imagino la enorme cantidad de información tanto verbal como escrita que tuvo que recoger en aquella ocasión acerca de tantas personas y situaciones. Dudo seriamente de que McCarrick le interesara hasta el punto que tú querrías hacer creer, puesto que era un Arzobispo emérito de 82 años y sin encargo alguno desde hacía siete años. Además, las instrucciones escritas que preparó para ti la Congregación para los Obispos cuando iniciaste tu servicio en 2011, no decían nada sobre McCarrick, sino que te informé oralmente sobre su situación de Obispo emérito que debía obedecer a ciertas condiciones y restricciones, a causa de rumores sobre su comportamiento en el pasado. 

Desde el 30 de junio de 2010 que soy prefecto de esta Congregación, jamás he llevado a audiencia ante el papa Benedicto XVI o el papa Francisco el caso McCarrick, salvo en los días después de su decadencia del Colegio de Cardenales. El ex-cardenal, jubilado en mayo de 2006, fue exhortado a no viajar y a no hacer apariciones públicas a fin de no provocar más rumores como los que circulaban sobre él. Es falso presentar las medidas tomadas en relación a él como «sanciones» decretadas por el Papa Benedicto XVI y anuladas por el Papa Francisco. Tras una revisión de los archivos, constato que no hay documentos la respecto firmados por uno u otro papa, ni nota de audiencia de mi predecesor el Cardenal Giovanni Battista Re, que dieran el mandato de obligar al Arzobispo emérito McCarrick al silencio y a la vida privada con el rigor de penas canónicas. La razón es que no se disponía entonces, a diferencia de hoy, de pruebas suficientes de su presunta culpabilidad. De ahí la posición de la Congregación, inspirada por la prudencia, y las cartas de mi predecesor y las mías propias en las que se le exhortaba, a través de los Nuncios Apostólicos Pietro Sambi y tu persona, a un estilo de vida discreto de oración y penitencia por su propio bien y el de la Iglesia. Su caso hubiera merecido nuevas medidas disciplinares si la Nunciatura en Washington o cualquier otra fuente nos hubiese proporcionado elementos recientes y decisivos sobre su comportamiento. Espero que, por respeto a las víctimas y la necesidad de justicia, la investigación que está en curso en Estados Unidos y en la Curia romana nos proporcione un análisis crítico y global de los procedimientos y circunstancias de este doloroso caso para evitar que se reproduzca en el futuro. 

¿Cómo es posible que este hombre de Iglesia, cuya incoherencia se conoce hoy, haya sido promovido varias veces hasta ocupar las muy altas funciones de Arzobispo de Washington y como Cardenal? Yo mismo estoy muy sorprendido de esto, y reconozco fallos en el proceso de selección que se ha llevado a cabo en su caso. Pero sin entrar aquí en detalles, se debe comprender que las decisiones tomadas por el Soberano Pontífice se apoyan en la información de la que se dispone en ese momento preciso, y que son objeto de un juicio prudencial que no es infalible. Me parece injusto llegar a la conclusión de que hubo corrupción en las personas encargadas del discernimiento previo, aunque, en el caso que nos ocupa, ciertos indicios que aparecen en los testimonios hubiesen debido ser examinados más a fondo. El prelado involucrado supo defenderse muy hábilmente de las dudas levantadas sobre él. Por otra parte, el hecho de que pueda haber en el Vaticano personas que practican y sostienen comportamientos contrarios a los valores del Evangelio en materia de sexualidad, no nos autoriza a generalizar y a declarar indignos y cómplices a este tal y a este otro tal, e incluso al mismo Santo Padre. ¿Acaso no deben los ministros de la verdad guardarse ante todo de la calumnia y de la difamación? 

Querido representante pontificio emérito, te digo francamente que acusar al papa Francisco de haber encubierto con conocimiento de causa a este presunto depredador sexual y, por consiguiente, de ser cómplice de la corrupción que hace estragos en la Iglesia hasta el punto de llegar a hacerle indigno de proseguir su reforma como primer pastor de la Iglesia, me resulta desde todo punto de vista increíble e inverosímil. No alcanzo a comprender cómo has podido dejarte convencer de esta monstruosa acusación que no se sostiene. Francisco no ha tenido nada que ver con las promociones de McCarrick en Nueva York, Metuchen, Newark y Washington. Él lo destituyó de su dignidad de cardenal tan pronto como apareció una acusación creíble de abuso de menores. Jamás le he escuchado hacer alusión a ese supuesto gran consejero de su pontificado para los nombramientos en América, cuando el Papa no esconde la confianza que concede a algunos prelados. Intuyo que estos no son de tu preferencia ni de la de los amigos que sostienen tu interpretación de los hechos. ¡Pero encuentro aberrante que te aproveches del escándalo de los abusos sexuales en Estados Unidos para infligir a la autoridad moral de tu superior, el Sumo Pontífice, un golpe inaudito e inmerecido!

Tengo el privilegio de mantener largos encuentros con el papa Francisco cada semana para tratar los nombramientos de obispos y los problemas que afectan a su gobierno. Sé muy bien cómo trata a las personas y los problemas, con mucha caridad, misericordia, atención y seriedad, y tú mismo has tenido experiencia de ello. Leer cómo terminas tu último mensaje, aparentemente muy espiritual, mofándote y arrojando dudas sobre su fe, me ha resultado verdaderamente sarcástico, incluso blasfemo. Esto no puede venir del Espíritu de Dios.

Querido hermano, cuánto desearía ayudarte a volver a encontrar la comunión con aquel que es el garante visible de la comunión de la Iglesia católica; comprendo que algunas penas y decepciones hayan jalonado tu camino al servicio de la Santa Sede, pero tú no puedes terminar así tu vida sacerdotal en una rebelión abierta y escandalosa que inflige una herida muy dolorosa a la Esposa de Cristo, a quien tú pretendes servir mejor, agravando la división y el desconcierto en el pueblo de Dios. ¿Qué podría responder a tu llamamiento, salvo decirte: sal de tu clandestinidad, arrepiéntete de tu rebeldía y retorna a tener mejores sentimientos hacia el Santo Padre en lugar de fomentar la hostilidad contra él? ¿Cómo puedes celebrar la Eucaristía y pronunciar su nombre en el canon de la misa? ¿Cómo puedes rezar el santo Rosario, a San Miguel Arcángel y a la Madre de Dios, condenando a aquel a quien Ella protege y acompaña todos los días en su gravoso y valiente ministerio? 

Si el Papa no fuera un hombre de oración, si estuviera apegado al dinero, si favoreciera a los ricos a costa de los pobres, si no demostrara una energía infatigable para acoger todas las miserias y dar el consuelo generoso de su palabra y de sus gestos, si no multiplicara todos los medios posibles para anunciar y comunicar la alegría del Evangelio a todos y a todas, en la Iglesia y más allá de sus fronteras visibles; si no tendiera la mano a las familias, a los ancianos abandonados, a los enfermos de alma y cuerpo y, sobre todo, a los jóvenes en busca de la felicidad; se podría tal vez, según tu parecer, preferir a otro que adoptase actitudes diplomáticas y políticas diversas, pero yo no puedo poner en tela de juicio su integridad personal, su consagración a la misión y, sobre todo, el carisma y la paz que le habitan, por la gracia de Dios y la fuerza del Resucitado.

En respuesta a tu ataque injusto e injustificado en los hechos, querido Viganò, concluyo por consiguiente que la acusación es un montaje político carente de fundamento real que pueda incriminar al Papa, y que hiere profundamente la comunión de la Iglesia. Quiera Dios que esta injusticia flagrante sea rápidamente reparada y que el Papa Francisco siga siendo reconocido por lo que es: un pastor insigne, un padre compasivo y firme, un carisma profético para la Iglesia y el mundo. ¡Que siga adelante con toda confianza y alegría, llevando a cabo la reforma misionera que ha emprendido, y contando con la oración del pueblo de Dios y con la solidaridad renovada de toda la Iglesia unida a Santa María, Reina del Santo Rosario!  

Marc Cardenal Ouellet Prefecto de la Congregación para los Obispos,

Festividad de Nuestra Señora del Santo Rosario,

7 de octubre de 2018.

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07 octubre 2018, 14:38