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2025.04.30 Vangelo della III domenica di Pasqua 'C'

La tercera aparición del Se?or Resucitado a sus discípulos

Reflexión para el Tercer Domingo de Pascua (Juan 21, 1-19)

Héctor López Alvarado*

Hemos llegado al Tercer Domingo de Pascua. El gran anuncio de la Resurrección sigue resonando con fuerza en nuestros corazones, infundiendo una alegría íntima y una esperanza invencible ¡Cristo verdaderamente ha resucitado!

Este anuncio gozoso no se queda en el pasado, sino que hoy sigue vivo en la Iglesia, que lo proclama con convicción, para que esa alegría pascual se refleje en nuestros corazones, en nuestros rostros, en nuestras palabras y gestos.

El Tiempo Pascual nos regala la gracia del encuentro personal con Cristo Resucitado, y por eso, al comenzar esta tercera semana de Pascua, elevamos nuestra esperanza: que el Señor renueve en nosotros la fe pascual.

Y hoy, el Evangelio nos invita a dejarnos interpelar por Cristo Resucitado acerca del amor. Él nos llama nuevamente, a pesar de nuestros fracasos, para que lo sigamos en fidelidad, y así podamos corresponder a su amor misericordioso.

Clave de lectura (Juan 20, 19-31)

El Evangelio de hoy nos sitúa en el lago de Galilea, donde se desarrolla la tercera aparición del Señor Resucitado a sus discípulos. El capítulo 21 de San Juan ha sido considerado como un “apéndice” cargado de sentido pastoral, que quiere iluminar la vida concreta de las comunidades cristianas. Allí contemplamos tres escenas complementarias: una pesca milagrosa, una comida fraterna, y un diálogo profundo entre Jesús y Pedro.

Tres momentos donde Jesús Resucitado no solo confirma su presencia viva, sino que forma, consuela, y envía a sus discípulos.

Veamos nuestra realidad

Este relato tiene mucho que decirnos en nuestra realidad actual.

Vivimos tiempos en los que muchos sienten que “pescan” sin lograr nada: se esfuerzan, pero terminan vacíos, agotados, frustrados. ¿Por qué? Porque con frecuencia dejamos fuera a Dios en nuestras decisiones.

Nos movemos en un mundo acelerado, distraído, donde fácilmente olvidamos lo esencial.

Vivimos tan de prisa, tan enfocados en nosotros mismos, que no reconocemos a Cristo en lo cotidiano, en el hermano, en la creación, en los sacramentos, en la Palabra, en el silencio.

Nos falta detenernos.

.En medio de una sociedad marcada por el individualismo y la indiferencia, el Señor nos pregunta: “¿Me amas?” Y nos recuerda que amar no es un sentimiento pasajero, sino una decisión de entrega, de compromiso, de reconciliación.

¿Estoy amando de verdad, o solo de palabra?

¿Cómo ilumina nuestra realidad la Palabra de Dios y el Magisterio de la Iglesia?

El Evangelio de este domingo ilumina nuestra vida y nos muestra el camino del verdadero discipulado. Los discípulos, sin Jesús, no pescaron nada. Pero al obedecer su palabra, la red se llenó. Esto nos recuerda que, sin Cristo, nuestros esfuerzos siempre serán estériles, pero con Él, la vida florece.

Después, en una comida fraterna, Jesús nos revela que Él está presente en los gestos sencillos.

Y finalmente, en el diálogo con Pedro, Jesús nos enseña que el amor es la base del seguimiento, y podemos destacar que en este coloquio, Jesús no le pregunta a Pedro sobre su pasado, ni tampoco le reprocha por sus negaciones, sino que lo llama de nuevo y le pregunta: “¿Me amas?”, una triple cuestión de amor, lo cual nos ayuda a comprender que toda adhesión a Jesús, se basa precisamente en la fe y en el amor.

Y, la respuesta positiva que dio Pedro a tal interrogante, fue con una profunda humildad…

Así también nosotros somos llamados a responder con nuestra vida a Jesús, porque el amor es lo único que verdaderamente importa en el corazón del discípulo, para corresponder al amor de Dios, como bien decía el Siervo de Dios Mons. Guglielmo Giaquinta, fundador del movimiento Pro Sanctitate: “La santidad es la máxima respuesta al infinito amor de Dios”, de tal manera que, si queremos dar la máxima respuesta de nuestra parte al amor de Dios, lo es, buscando ser santos.

Por eso, este Tiempo de Pascua es una oportunidad para volver a Cristo, para dejarnos cuestionar sobre el amor y renovar nuestro compromiso con Él, especialmente en la Eucaristía.

¿A qué nos invita el Evangelio de hoy?

La palabra de Dios en el Evangelio de hoy nos coloca ante tres escenas llenas de fuerza y ternura, dónde Cristo Resucitado sale al encuentro de sus discípulos con una pedagogía divina, que también hoy, en nuestro tiempo quiere alcanzar nuestros corazones heridos, cansados y distraídos, y por eso esta Palabra nos interpela a vivir en nuestro presente y nos llama a una conversión profunda, como testigos de la resurrección. La Palabra de hoy nos deja tres compromisos concretos:

Volver a confiar en el Señor: Como en la pesca milagrosa, pongamos en sus manos nuestros proyectos, nuestros trabajos, nuestras búsquedas, ya que, sin Él, no habrá fruto.

Reconocerlo en lo cotidiano: En la comida compartida, en la sonrisa del otro, en el silencio del amanecer, Cristo está presente. No dejemos que la prisa nos impida verlo.

Responderle con amor verdadero: Como Pedro, reafirmemos nuestro amor no solo con palabras, sino con hechos concretos, como el servicio, la escucha, y la compasión.

Conclusión

Vivamos este Año Jubilar como peregrinos de esperanza. Y el Evangelio nos recuerda la certeza de que Cristo Resucitado está presente en medio de nosotros… Pero no basta saberlo: hay que reconocerlo, escucharlo, y entonces seguirlo.

Como Pedro, también nosotros podemos comenzar de nuevo. Jesús no se cansa de buscarnos. Pidamos hoy al Señor: ojos nuevos para reconocerlo, un corazón ardiente para amarlo, y pies dispuestos para seguirlo y servirlo, especialmente en los más pobres.

Que esta Pascua sea un nuevo comienzo en nuestro camino de santidad, como discípulos misioneros, portadores de esperanza.

*Obispo auxiliar de Guadalajara - México, y presidente de CEPCOM

03 mayo 2025