La solemnidad de la Ascensión del Se?or
Héctor López Alvarado*
Hemos llegado al séptimo domingo de Pascua, día en que la Iglesia celebra la solemnidad de la Ascensión del Señor. Estamos casi por llegar a la cumbre de la Cincuentena pascual: el próximo domingo invocaremos de nuevo al Espíritu Santo en Pentecostés, y en este Año Jubilar de la Esperanza seguimos proclamando con gozo que Cristo vive y su victoria da sentido a la historia.
Hoy, además, conmemoramos la Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales, y esto no es una casualidad: comunicar el Evangelio pertenece al ADN de la Iglesia desde aquel primer anuncio que resonó “hasta los confines de la tierra”. Los medios —desde la imprenta hasta las redes sociales— prolongan aquella voz apostólica.
Clave de lectura (Lucas 24, 46-53)
El capítulo 24 del Evangelio de San Lucas, es la última parte del Evangelio, y está dedicada a los acontecimientos gloriosos de Jesucristo, sucedidos después de su muerte en Jerusalén, es decir, su resurrección y ascensión al cielo. En esta parte, san Lucas pone un empeño especial en mostrar las consecuencias que estos hechos tienen para los discípulos, quienes se convierten en testigos y por lo mismo tendrán que ir a anunciar a todo el mundo el perdón de los pecados; esta misión sigue siendo la de Cristo Resucitado y excede las fuerzas humanas, por eso el Señor les promete el envío del Espíritu Santo, promesa con la que San Lucas prepara a sus lectores para el relato de la misión de los apóstoles y de la Iglesia que continuará en el Libro de los Hechos de los Apóstoles, de tal manera que los párrafos finales de su evangelio, coinciden sustancialmente con el relato de los Hechos. En este contexto, el evangelio de hoy, se divide en dos partes: en la primera, se recogen las últimas palabras de Jesús (vv. 46-49), mientras que en la segunda (vv. 50-53), se describe la partida de Jesús y su Ascensión. La escena muestra una ausencia-presencia: Jesús se oculta a la vista para hacerse íntimamente presente por el Espíritu y enviar a los suyos como bendición para la humanidad.
Veamos nuestra realidad
La solemnidad de la Ascensión del Señor que hoy celebramos, ilumina nuestra vida cotidiana, especialmente en estos tiempos que vivimos, donde abundan tantas sombras de desorientación, confusión y tristeza.
La velocidad de la información, el impacto de las redes sociales, la polarización política y cultural, la manipulación de la verdad mediante las noticias falsas, nos colocan ante un panorama en el que muchas personas, en especial los jóvenes, experimentan un vacío existencial. En medio de esta saturación digital, lo esencial muchas veces se pierde. En esta cultura de la inmediatez, donde todo parece pasajero, la esperanza también puede debilitarse.
Ante este escenario, es fácil que el miedo se instale en el corazón. Miedo al futuro, miedo a la incertidumbre, miedo a no estar a la altura.
También se nos puede presentar la tentación del inmovilismo, de pensar que ya nada puede cambiar, que todo está perdido, que no tiene caso esforzarse.
¿Cómo ilumina nuestra realidad la Palabra de Dios y el Magisterio de la Iglesia?
Precisamente en este contexto, el Evangelio de hoy nos ofrece una luz potente: la Ascensión del Señor no es abandono, sino presencia renovada. Al ascender, Jesús no se aleja, sino que transforma su cercanía. Desde el cielo, sigue acompañando nuestra historia, pero ahora a través de su Espíritu, que no conoce barreras ni límites.
La Ascensión no es un final, sino el inicio de una nueva etapa en la que Jesús confía su misión a nosotros: ser testigos de su presencia, de su victoria sobre la muerte, sobre el pecado, sobre la mentira.
En efecto, no es casual que esta solemnidad coincida con la celebración de la Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales. En este tiempo en que la comunicación puede ser usada para dividir, manipular o confundir, los cristianos estamos llamados a ser comunicadores de esperanza, portadores de sentido, testigos de la Verdad que es Cristo, como nos manifestó el Papa Francisco en su mensaje para la 59 Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales:
«Sueño con una comunicación que sepa hacernos compañeros de camino de tantos hermanos y hermanas nuestros, para reavivar en ellos la esperanza en un tiempo tan atribulado, una comunicación que sea capaz de hablar al corazón… que ayude a reconocer la dignidad de cada ser humano…, una comunicación capaz de dar razones para esperar».
Y también como nos lo ha manifestado el Papa León XIV en su discurso a los operadores de la comunicación (12.05.2025): «Una comunicación desarmada y desarmante nos permite compartir una mirada diferente sobre el mundo y actuar de manera coherente con nuestra dignidad humana… por eso les pido que elijan con conciencia y valentía el camino de una comunicación de paz».
La Ascensión no nos invita a mirar pasivamente al cielo, sino a vivir activamente en la tierra, con los ojos bien puestos en Jesús y los pies firmes en la realidad. Porque desde el cielo, Él sigue bendiciendo a su pueblo, y desde nuestra realidad, nosotros seguimos construyendo su Reino.
Así, la Ascensión abre nuestra tarea como peregrinos de esperanza: trabajar en la tierra mirando el cielo.
¿A qué nos invita el Evangelio de hoy?
El evangelio de hoy, no nos deja pasivos ni distraídos. Jesús, al elevarse al cielo, no abandona a sus discípulos, sino que los envía.
Y ese envío es también para nosotros hoy: Jesús nos envía a ser testigos suyos en el mundo, también a través de la forma en que comunicamos, compartimos y habitamos. En tiempos marcados por el ruido, la polarización y el desánimo, los cristianos estamos llamados a compartir palabras que edifiquen, gestos que unan y mensajes que inspiren, manifestando así, que su Palabra sigue siendo la mejor noticia de la humanidad.
Comunicar con esperanza es hablar con verdad y caridad, denunciar sin destruir, narrar el bien incluso en medio del dolor. No se trata solo de usar medios digitales, sino de ser “medio” de Dios para llevar la luz donde hay oscuridad.
Actuar como discípulos de Cristo Resucitado es elegir cada día comunicar con amor, sembrando paz y confianza en los demás. Así, nuestra vida se convierte en un testimonio creíble del Evangelio y de la presencia viva de Jesús que sigue obrando en nuestra historia.
La Ascensión es la fiesta del envío comunicador: Jesús Resucitado confía a su Iglesia narrar y testimoniar lo que ha visto y oído. Nuestro mundo herido necesita testigos cuya vida —más que las palabras— proclame con fuerza que Cristo vive. Con la fuerza del Espíritu Santo, hagamos que esta buena noticia siga resonando hasta los confines digitales y culturales de hoy.
Por lo tanto, trabajemos en la tierra con los ojos fijos en el cielo; entonces la esperanza dejará de ser discurso y se volverá historia viva.
*Obispo auxiliar de Guadalajara - México, y presidente de CEPCOM