Con la guerra en los ojos, un grupo de 箩ó惫别苍别蝉 de Járkov visita al Papa
Isabella H. de Carvalho y Svitlana Dukhovych – Ciudad del Vaticano
Fue increíble. Diría que aún no soy plenamente consciente de todo lo que pasó. Poder vivir días de serenidad y despreocupación, lejos de sirenas, bombas y violencia y tener la oportunidad de hacerse una foto con el Papa. Tetiana, de 17 años, describe así a los medios vaticanos el emotivo momento en el que, junto a otros 31 jóvenes ucranianos, pudo encontrarse con el Papa León XIV, durante la Audiencia general de este miércoles 11 de junio, en la Plaza de San Pedro. El grupo pertenece a la catedral greco-católica de San Nicolás en Járkov, la segunda ciudad más grande de Ucrania y una de las más dañadas por el conflicto, a pocos kilómetros de la frontera con Rusia.
Gracias a las relaciones del Exarcado greco-católico de Járkov y de la Cáritas local con varias organizaciones humanitarias italianas, por segundo año consecutivo lograron organizar un viaje para llevar a un grupo de chicos y chicas durante tres semanas, del 8 de junio al 5 de julio en Italia, entre Roma, Como y Ponte di Legno en Lombardía. Mientras que anoche Járkov fue de nuevo atacado por drones rusos, que provocaron al menos 3 muertos y más de 60 heridos, incluidos 9 niños, estos niños de entre 10 y 17 años tuvieron la oportunidad de pasar un tiempo lejos del conflicto, sintiendo también la cercanía del nuevo Papa, cuyas primeras palabras tras ser elegido estuvieron dirigidas precisamente a la paz.
El apoyo del Papa que reza por Ucrania
“Ver al Papa en persona ya es algo muy especial. Pero estar en la misma foto con él es algo que ni siquiera podía imaginar. Son emociones indescriptibles”, dice Vitaliy, de 15 años. Para la hermana Oleksia Pohrsnychna, de la Congregación de San José, quien sirve en la Catedral de San Nicolás desde 2018, ver la emoción en los rostros de sus jóvenes frente a la multitud en la Plaza de San Pedro fue un momento de gran alegría. Así como el “apoyo” que sintió por parte del Papa cuando tuvieron la oportunidad de saludarlo después de la Audiencia. “Nos dijo: ‘Siempre rezo’”, explica la religiosa, “una escena realmente conmovedora”.
Cuando un voluntario de la iniciativa Frontiere di Pace de la diócesis de Como, que acompaña al grupo, le dijo al Papa “‘no te olvides de Ucrania’, su respuesta fue categórica: ‘No, nunca’”, cuenta Nicola Gini, también voluntario de la misma organización. Nicola dice que le llamó la atención la mirada que algunos niños dirigieron al cielo cuando oyeron el ruido de un avión sobrevolando la Plaza de San Pedro. Se les veía en los ojos lo que pensaban. Sienten profundamente la opresión de esta guerra. Pensar que, desde este cielo, tras cinco segundos de reflexión, no hay de qué preocuparse, creo que es el mejor regalo que se les puede dar a estos niños.
El recuerdo de María
El grupo de jóvenes también entregó al Papa León una fotografía enmarcada de su compañera María. Hace poco más de un año, a los 12 años, murió en un atentado mientras compraba con su madre, Irina, un mes antes del viaje que la llevaría a Italia. “Era como si estuvieran presentes en el grupo, creo que ese es un vínculo que hoy se fortaleció aún más”, dice Nicola.
La difícil realidad que enfrentan los jóvenes
Los jóvenes también compartieron con los medios vaticanos las “muchas dificultades” que viven diariamente. No pueden estudiar ni ver a sus amigos, el terror del sonido de los misiles y las bombas y los daños que causan es constante y muchos han sido desplazados de los hogares en los que crecieron. “Nuestra rutina está completamente alterada, nuestro sueño se ve perturbado, tenemos que bajar al refugio todo el tiempo y vivimos en constante estrés”, dice Tetiana. Cuando venimos a Italia, como ahora, y hablamos con nuestros compañeros, siempre les digo: "Nos alegramos mucho por ustedes, que viven su vida, que no conocen la guerra, que no conocen el sonido de la sirena antiaérea. Aprecien estos momentos, aprecien una vida tranquila. Porque cuando llegó la guerra, la gente empezó a apreciar hasta las cosas más pequeñas e insignificantes".
Vivir la normalidad
La sensación de una vida normal y tranquila es precisamente lo que la Iglesia de San Giuseppe da Copertino, que acoge al grupo en Roma, intenta ofrecer estos días. Los niños son acogidos por varias familias de la parroquia, pero comen en la iglesia y participan en un campamento de verano con otros 280 niños de su edad. “Anoche, uno de los niños ucranianos dijo: ‘Pero ¿dónde están mis padres italianos? ¿Por qué no vienen?’, porque tardaron un par de minutos en venir a recogerlo”, explica sonriendo el párroco, don Paolo Pizzuti. “Es un momento muy lindo, pero es más lindo para nosotros que para ellos, realmente nos dio mucho acogerlos, recibirlos en nuestras casas, en nuestra comunidad”.
“Ponemos fotos de los niños en un grupo de padres y dicen: ‘Gracias porque nuestros hijos pueden estar ahí, en un mundo donde la gente vive con normalidad. Donde pueden jugar y dormir tranquilos, sin pensar en cuándo sonará una sirena o llegará un misil’”, enfatiza la hermana Oleksia. Estamos tan cerca de la zona de combate que este clima es un sueño incluso para los niños. Volverán muy contentos.
El resto del viaje
Tras su estancia en Roma, los jóvenes serán acogidos en la diócesis de Como gracias a los voluntarios de la iniciativa Frontiere di Pace hasta el 27 de junio. Allí vivirán momentos de juego y también de encuentro con diversas parroquias y comunidades. Hasta el 5 de julio estarán en Ponte di Legno, en Lombardía, y serán acogidos por otra asociación humanitaria, Amici in cordata nel mondo.
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