Kenia, en Nyahururu, un proyecto para valorar las discapacidades
Vincenzo Giardina – Ciudad del Vaticano
La autonomía, a través del trabajo, conquistando el respeto de los demás, quienes luego te buscan y, a su vez, necesitan de ti: ese es el camino de Claude, Mary, Hannah, Wilfrey y Francis, personas con discapacidad intelectual que se han formado, han adquirido nuevas habilidades y así han podido comenzar un camino profesional.
Sus historias vienen de Nyahururu, una ciudad en Kenia a unos 200 kilómetros de Nairobi, la capital. Claude se ha convertido en responsable de limpieza en un hotel y está muy orgulloso del trabajo que realiza. En cambio, Mary, Hannah, Wilfrey y Francis han obtenido un diploma como esteticistas, especializándose en barbería, cosmetología y cuidado personal.
La felicidad de sentirse útil
Para captar al menos una parte de su alegría, basta con mirar las fotos: no son solo sonrisas, sino felicidad auténtica, junto a guirnaldas brillantes con las inscripciones "hair design" y "beauty therapy". A su lado están Arche Kenya y Saint Martin, organizaciones locales en Nyahururu, que también cuentan con el apoyo de la organización italiana sin fines de lucro Fundación Fontana, socia de Focsiv, la Federación de organismos de voluntariado internacional de inspiración cristiana.
La sanación en el encuentro con el otro
A nivel local, el principio es valorar al máximo la comunidad: haciéndola responsable, respecto a las fragilidades y capacidades, en una convivencia que sea una oportunidad de aprendizaje y crecimiento para todos, basada en un compromiso que permita ver, seguir y apoyar.
"Arche Kenya y Saint Martin me han hecho entender plenamente la importancia de formar parte de una comunidad", nos cuenta Jane Wanjiku, voluntaria que participa en un proyecto de salud mental: "He descubierto que también soy frágil, que también tengo mis debilidades y que la sanación es un proceso que se vive juntos, en el encuentro con el otro".
Aprender unos de otros
Un ejemplo de este enfoque son las "casas-familia inclusivas", donde las personas con y sin discapacidad intelectual aprenden unas de otras. El intercambio ocurre en dos viviendas llamadas "Effatha" y "Batania": el primero es una palabra en arameo que significa "ábrete" y tiene un significado religioso tanto en el cristianismo como en el islam; el segundo hace referencia a la "casa de los pobres" a los pies del Monte de los Olivos, citada en el Evangelio de Juan.
El sentido de ser comunidad
Según Pierino Martinelli, presidente de Fundación Fontana, una organización sin fines de lucro con sede en Padua y Trento con vocación internacional, "los obstáculos no están en las habilidades de la persona con discapacidad, sino más bien en la dificultad o incapacidad de la sociedad para valorarlas".
Entre las expresiones clave está el enfoque desde abajo, "a través de la comunidad", capaz también en Nyahururu de expresar a cientos de voluntarios dispuestos a señalar, monitorear y acompañar, ofreciendo posibilidades: como en el caso de Claude, Mary, Hannah, Wilfrey y Francis. En esto, según Martinelli, las historias de Nyahururu también son valiosas para Italia. "Aquí en nuestro país, el sentido de comunidad se está perdiendo", subraya el presidente, "mientras que la participación de las personas es imprescindible".
Gracias por haber leído este artículo. Si desea mantenerse actualizado, suscríbase al boletín pulsando aquí