Kenia: Las hermanas benedictinas devuelven dignidad a los ancianos
Sor Michelle Njeri, OSF
Situada a Mundika, en la diócesis de Bungoma, la residencia para ancianos St. Catherine fue creada por las hermanas benedictinas de Nuestra Señora de la Gracia y de la Compasión para cuidar del creciente número de ancianos necesitados en la zona.
Sor Beatrice Odinyu, la superiora regional del África oriental, compartió más sobre la asistencia a los ancianos. “Nuestro carisma es el cuidado por las personas ancianas indigentes”, ha afirmado. “Impulsados por el espíritu de nuestra fundadora y con compasión, servimos a los ancianos y a los abandonados”.
El apostolado en Mundika empezó en 1990 con el cuidado de los ancianos en sus casas, pero con el aumento del número de personas necesitadas, en el 2020 las hermanas abrieron una residencia.
Sin embargo, debido al Covid-19 y para cuidar más de cerca a los ancianos, las hermanas construyeron una nueva casa en su complejo conventual y la llamaron Casa de Santa Caterina para los ancianos. La residencia es un santuario de esperanza, paz y comodidad y actualmente acoge a 17 mujeres y 6 hombres.
Además de la residencia, las hermanas tienen también un programa de sensibilización en la que llegan a los indigentes y a los ancianos de la zona de Mundika y otros.
En el programa de sensibilización tienen 60 ancianos; les visitan en los pueblos y se encargan de sus necesidades básicas.
“Una vez al mes colaboramos con los motociclistas locales de boda boda (servicio de taxi local) en nuestra misión para cuidar de los ancianos confiando en su movilidad y compasión”, ha explicado sor Odinyu. “Los contratamos para llevar a los ancianos a nuestra ex residencia, donde ofrecemos comida para ancianos y servicios médicos esenciales en colaboración con el Busia Referral Hospital. Los motociclistas son nuestros ojos en la comunidad: vigilan, nos avisan cuando un anciano no está bien y se aseguran de que todos lleguen sanos y salvos a sus citas”.
Stephen Etiang, un joven motociclista boda boda, ha compartido su experiencia de colaboración con las hermanas.
“Nos aseguramos que la persona anciana llegue a tiempo para la comida mensual y los cuidados médicos”, ha declarado. “Las hermanas nos pagan por cada viaje, y en la temporada de lluvias, cuando las calles están difíciles, aumentan incluso nuestra cuota habitual. Estamos agradecidos por lo que hacen por nuestros ancianos y por la comunidad en su conjunto”.
La señora Risper Onyango, responsable clínico del Busia Referral Hospital, ha comunicado: "Vengo aquí mensualmente para los servicios de asistencia a los ancianos, gracias a los esfuerzos de las hermanas benedictinas. Hago seguimiento de los casos existentes, me ocupo de las nuevas peticiones, reviso y remito las especializadas. Podemos realizar algunas pruebas básicas aquí, pero informamos de otros problemas a nuestro centro principal. ¡Cómo me gustaría que pudiéramos establecer un laboratorio aquí en el futuro y llevar más personal para ofrecer apoyo psicosocial!”.
Gaudence Opiyo, una asistida de las hermanas benedictinas, ha expresado su gratitud: “Estoy muy agradecida con las hermanas; me han ayudado durante muchos años, desde el 2003 hasta hoy. Si estoy enferma, me cuidan. Los ancianos a menudo morimos pronto porque no hay nadie que cuide de nosotros. Damos gracias a Dios por el don de estas hermanas, nuestras hijas que cuidan de nosotros”.
El señor Joseph Sabatia, otro asistido, habló con emoción de la compasión de las hermanas: “Las hermanas tienen el espíritu de misericordia; Dios está en ellas. Se sacrifican mucho para ayudarnos, que muchas personas puedan ser tocadas y unirse a ellas para sostenernos”.
No obstante su éxito en el cuidar de los ancianos y los indigentes, también las hermanas han afrontado desafíos, ha compartido sor Odinyu: “No es fácil cuidar de los ancianos; han tenido sus experiencias personales en la vida. Algunos han venido como alcohólicos, tratamos de aconsejarles y emprender un camino con ellos. Otros se sienten solos, abandonados o tienen problemas sin resolver. En todo esto, les sostenemos, con la gracia de Dios.
Una hermana benedictina se dirige a los ancianos residentes de la casa de Santa Caterina, un momento de cuidado y presencia.
Sor Odinyu también recordó una experiencia difícil cuando un donante importante que apoyaba el trabajo se fue del país. “Recuerdo el día que recibimos la noticia de que el donante se iba. Por un momento nos sentimos paralizadas. ¿Cómo se dice a una persona anciana que ya no tiene un lugar al que ir, que quizá no tendríamos comida para el día siguiente?”. Las hermanas empezaron a rezar y a pensar qué hacer: qué pueden hacer con sus manos, qué habilidades tienen. “En vez de cerrar las puertas, nosotras las hermanas, empezamos proyectos que generaron ingresos. Actualmente tenemos actividades de panadería, fabricación de velas, sastrería, una pequeña tienda y agricultura. Cada chelín ganado se destina a alimentar, vestir y cuidar a los ancianos en la residencia y en sus hogares en los pueblos".
Las hermanas trabajan duramente para sostener su misión de servicio a los ancianos; sin embargo, afrontan luchas de temporada, en particular durante la sequía. “Tenemos la tierra y un pozo, pero nos falta una bomba solar y un tanque de almacenamiento para el agua. Nos ayudaría a cultivar más y a cultivar bastante comida para los ancianos a los que servimos”, ha afirmado sor Odinyu.
Las hermanas benedictinas se levantan con esperanza cada día, impulsadas por una misión: que ninguna persona anciana bajo su cuidado tenga hambre, no se sienta amada o no sea cuidada. Con las manos consumidas por el trabajo y corazones enraizados en la fe, continúan con alegría devolviendo la dignidad a quien a menudo es olvidado por la sociedad.
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