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El estigma de la enfermedad conduce al aislamiento social El estigma de la enfermedad conduce al aislamiento social  (AFP or licensors)

Sida: en 笔别谤ú, los religiosos luchan junto a madres e hijos

En 笔别谤ú, una asociación de Padua, junto con los camilos, presta asistencia de diversas formas a padres e hijos enfermos de sida. “Transformar la proximidad en compromiso por un cambio real, proyecto a proyecto”, afirma el presidente Davide Zurlo

Giordano Contu – Ciudad del Vaticano

En algunos lugares de América Latina donde no llega la medicina, hay manos que curan y corazones que escuchan. Esas manos y esos corazones suelen pertenecer a monjas, misioneros y sacerdotes.

Se trata de religiosos que luchan junto a madres e hijos afectados por el VIH o el sida. Son contextos en los que la medicina oficial y tradicional es un punto de referencia importante, pero este diagnóstico sigue sonando como una sentencia de muerte. Periferias existenciales donde llega un apoyo fundamental de la asociación italiana Una propuesta diversa, que financia varios proyectos en Perú.

Cada año, cientos de niños, adolescentes y padres reciben atención médica, apoyo psicológico, educación y formación profesional gracias a las donaciones que, en algunos casos, salvan vidas.

Curar con las manos y el corazón

“Las religiosas y los religiosos que encontramos son testigos de una fe que se convierte en cuidado. Cada sonrisa recibida en estas misiones es para nosotros un llamamiento a hacer más”, nos cuenta Davide Zurlo, joven presidente de la asociación con sede en Cittadella, en la diócesis de Padua.

Así lo atestigua también Andrea Lunardi, voluntario y miembro de la junta directiva, que recientemente viajó a Latinoamérica para supervisar las ayudas: “De vuelta en Italia, traigo conmigo recuerdos de personas extraordinarias, además de una renovada convicción de que nuestro compromiso es más necesario que nunca”.

“Incluso un pequeño gesto o una pequeña donación de dinero o tiempo es fundamental”

La asociación, a pesar de diversas dificultades (burocracia, falta de fondos, barreras culturales), apoya económicamente varios proyectos que cuentan con referentes religiosos in situ.

Entre ellos se encuentra el padre Camillo Scapin, que en Perú ayuda a niños y adolescentes afectados por el VIH y el sida. Los jóvenes reciben comida, agua, educación, atención médica y apoyo psicológico. Estas actividades se llevan a cabo junto con colaboradores y especialistas en el Hogar San Camilo, una estructura de la orden de los Clérigos Regulares Ministros de los Enfermos (camilos) situada en Chosica, en el distrito de Chaclacayo, a unos 35 kilómetros al este de la capital, Lima. La ayuda de tipo hospitalario se complementa con la asistencia domiciliaria.

Educación y trabajo

Un equipo multidisciplinar – compuesto por un catequista laico o un religioso, junto con un médico, un enfermero, un asistente social, un psicólogo o una comadrona – visita a las familias más aisladas para ofrecer asistencia médica y espiritual a los pequeños pacientes seropositivos y, sobre todo, a sus madres, que representan la mayoría de los casos.

“Gracias a la distribución de material escolar – añade Lunardi – también apoyamos la finalización de los estudios. Además, hay talleres de artesanía y costura que permiten a los beneficiarios adquirir competencias laborales y contribuir a la sostenibilidad de la iniciativa”.

Falta concienciación y prevención

Siguiendo por la Ruta Nacional 22, llamada Carretera Central porque conecta Lima con las regiones centrales, se llega a la ciudad de Huancayo. Estamos a 300 kilómetros de la capital.

Aquí también hay una estructura residencial que acoge a menores afectados por el sida. Religiosos y colaboradores laicos se ocupan de la salud física, psicológica y emocional de muchos jóvenes, ofreciéndoles nutrición y educación. Además, dan alojamiento y víveres a los enfermos de cáncer procedentes de otras realidades del territorio circundante.

“Durante esta misión, cada sonrisa y cada gesto de gratitud que recibí me recordaron la importancia de seguir trabajando por el bien común. Aquí, el mayor reto sigue siendo la escasez de personal sanitario: sin médicos, la esperanza corre el riesgo de extinguirse”, concluye Lunardi.

Los medicamentos antirretrovirales están disponibles, pero lo que realmente falta es la educación para la prevención. La información y la concienciación son los principales obstáculos en la lucha contra el VIH y el sida.

El Evangelio, para sanar el alma

Entre las llagas de sufrimientos indescriptibles se abre paso la fuerza del Evangelio. Es la fe la que permite ver más allá de la enfermedad, imaginar un futuro posible incluso cuando aún no existe una cura definitiva.

Las palabras de Jesús “estaba [...] enfermo y me visitasteis” (Mateo, 25, 36) se hacen carne en estas periferias del mundo.

Y si el VIH puede quebrantar el cuerpo, la fe cura el alma, ofreciendo nuevos horizontes a quienes se sienten olvidados.

Porque es una bendición transformar la compasión en esperanza concreta. La asociación de voluntarios lleva más de cuarenta años intentando hacerlo en el ámbito de la cooperación internacional, apoyando proyectos religiosos en los contextos más frágiles.

“Una propuesta diferente – concluye Zurlo – sigue trabajando con la ambición de transformar la proximidad en compromiso y el compromiso en cambio real, proyecto a proyecto”. El Evangelio en la mano. La otra siempre dispuesta a ayudar al prójimo.

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06 agosto 2025, 14:19