Nueva vida para una pareja de ancianos refugiados ucranianos
Viktoria Havaleshko – Ciudad del Vaticano
«Nos apoyamos mutuamente. Estar juntos es lo más importante para nosotros. Estas son las flores que mi marido me ha traído esta mañana», cuenta Tetyana con una sonrisa, refiriéndose a su marido Vasyl, que está sentado a su lado.
Al comienzo de la invasión rusa a gran escala, la pareja, ya de edad avanzada (ella tenía 66 años y él 71), se mudó de Kiev a Úzhhorod, en el oeste de Ucrania. Era la segunda vez que cambiaban de lugar de residencia, ya que proceden de diferentes partes de Ucrania – ella de Crimea y él de la región de Vínnitsa – y se conocieron en la capital, donde han vivido durante los últimos 25 años.
La fuga de Kiev y la acogida en Úzhhorod
Recuerdan cómo la mañana del 24 de febrero del 2022, que comenzó con fuertes explosiones, estaban llenos de miedo, ansiedad, ira y desesperación.
«Estábamos especialmente preocupados por nuestros hijos y nuestra nieta», recuerda Tetyana.
Al llegar a Úzhhorod, en la región de Transcarpacia, los ciudadanos de Kiev sólo llevaban consigo lo imprescindible, ya que habían partido apresuradamente. Allí se encontraron con voluntarios que ofrecían todo tipo de ayuda a los desplazados: distribuían comida, ropa y medicamentos, y les buscaban alojamiento provisional.
Vasyl y Tetyana recuerdan cómo muchas personas recibían ayuda en la iglesia greco-católica local, que había organizado un auténtico centro de acogida y proporcionaba a los desplazados asistencia administrativa y psicológica.
La pareja lleva muchos años trabajando en el sector de la construcción: hace diez años, Vasyl se convirtió en miembro de la Academia de la construcción de Ucrania. Su esposa lo ayuda en diversos proyectos. Ahora siguen trabajando en línea y están comprometidos con la reconstrucción de las infraestructuras de Kiev, dañadas por los bombardeos rusos.
Encontrarse a sí mismos en una nueva comunidad
Al principio, la pareja estaba muy triste por haber dejado el ambiente académico de la capital. «Entendíamos que todos nuestros planes se habían esfumado y pensábamos que no habría nada parecido en Kiev», cuentan.
Pero con el tiempo lograron encontrar a personas con los mismos intereses en la Universidad de Úzhhorod, además de comunicarse con la gente del lugar y apasionarse por la literatura en la biblioteca local.
«Una persona con ganas de adaptarse siempre encontrará su entorno», subraya Tetyana. Después de un tiempo, sus hijos y su nieta decidieron volver a Kiev porque no querían perder sus trabajos. Tetyana y Vasyl se quedaron solos en una ciudad que aún no sentían como propia.
Sin esperarlo, encontraron consuelo en la comunidad parroquial: «Empezamos a frecuentar la catedral greco-católica, que tiene una rica historia. Aquí participamos en las funciones religiosas y en las clases de catecismo, en las oraciones y en los conciertos de música sacra».
El voluntariado como apoyo psicológico
En Úzhhorod, en la vida de Vasyl y Tetyana apareció algo completamente nuevo, que se convirtió en otro punto de referencia y les ayudó a mantener viva la esperanza: el voluntariado. La pareja descubrió esta actividad gracias a la organización benéfica «El árbol de mi vida».
Esta organización fue la primera en Transcarpacia en promover el apoyo psicoemocional, inicialmente para voluntarios y desplazados, y posteriormente también para los militares ucranianos y sus familias, así como para otros grupos vulnerables de la población.
Los especialistas ayudan a las personas a adaptarse, a encontrar la tranquilidad y les ofrecen apoyo psicológico. «Cuando llegamos aquí – dice Tetyana – nos enseñaron a regular nuestro estado de ánimo, a recargar nuestras energías interiores y a empezar a vivir de nuevo».
El amor, fuente de resiliencia
«Cuando comenzamos nuestra actividad de voluntariado, ayudamos a coser redes de camuflaje para nuestros soldados en el frente. Luego, junto con otros compañeros de nuestra edad, empezamos a preparar comidas para los veteranos que siguen un curso de rehabilitación balneológica en esta organización. Después de los tratamientos termales, los soldados tienen hambre, así que intentamos llevarles comida casera cada semana», explica Tetyana.
Según esta pareja ucraniana, el factor principal que les ayuda a mantener la resiliencia es el amor:
«Nos enamoramos de Úzhhorod, me recuerda un poco a Crimea. Hay frutas deliciosas, muchos platos nacionales, una gran riqueza cultural gracias al encuentro de diferentes nacionalidades. Y ya no podemos imaginarnos sin ‘El árbol de mi vida’, se han convertido en nuestra familia».
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