La ³¦´Ç²Ô±¹±ð°ù²õ¾±¨®²Ô cotidiana
Johan Pacheco
La misión de Jesús que se actualiza cada día en su Evangelio, sigue llamando a la conversión. Como los recuerda el evangelista en la exhortación de Jesús a los pueblos que, aunque viendo los milagros, no se arrepentían de sus pecados: ¡°Jesús se puso a reprender a las ciudades que habían visto sus numerosos milagros, porque no se habían convertido¡± (Mateo 11, 20).
La llamada a la conversión es un mensaje esencial en la misión de Jesús, y también tarea de la Iglesia expandir ese llamado y ofrecer un camino para quien acepta el llamado a la vida nueva, como lo enseña el catecismo: ¡°Por la fe en la Buena Nueva y por el Bautismo (cf. Hch 2,38) se renuncia al mal y se alcanza la salvación, es decir, la remisión de todos los pecados y el don de la vida nueva¡± (1427).
El Año Santo nos ofrece una valiosa oportunidad para dejar brillar la misericordia de Dios, para quien escucha el llamado a la conversión: ¡°No hay mejor manera de conocer a Dios que dejándonos reconciliar con Él (cf. 2 Co 5,20), experimentando su perdón¡± (23, ). El sacramento de la Confesión, el ejercicio de la peregrinación a la Puerta Santa o a los templos jubilares, -y cumpliendo debidamente las condiciones necesarias- la Indulgencia, pueden ser ya una respuesta a ese llamado a la conversión.
Conversión que también podemos vivir cada día, la conversión cotidiana en los gestos de reconciliación con el prójimo, con la casa común, en la atención a los pobres, en la construcción de la paz, y el ejercicio espiritual y humano permanente que ayude a rechazar el pecado.
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