En Camboya, la fe crece gracias a los 箩ó惫别苍别蝉
Paolo Affatato - Ciudad del Vaticano
Han pasado cincuenta años desde que la Iglesia camboyana, en plena época trágica de los jemeres rojos, acogió al primer obispo nativo de su historia: el 6 de abril de 1975, Joseph Chhmar Salas fue nombrado por el Papa Pablo VI vicario apostólico coadjutor de Phnom-Penh en un momento oscuro para la nación, cuando todos los misioneros y el personal religioso extranjero se vieron obligados a abandonar el país. Monseñor Chhmar Salas fue también una de las víctimas del régimen de los jemeres rojos y murió en 1977 en Tangkok, lejos de su vicaría. Hoy, cincuenta años después de aquellos dramáticos acontecimientos, el sutil hilo de la historia que ha vivido esta pequeña Iglesia encuentra un tejido de gracia que pasa por el nombramiento de otro sacerdote camboyano como obispo coadjutor de Phnom-Penh: se trata del padre Pierre Suon Hangly, llamado por el Papa León XIV para flanquear temporalmente al actual vicario apostólico, monseñor Olivier Michel Marie Schmitthaeusler, perteneciente a la Sociedad de Misiones Extranjeras de París.
Un regalo para la Iglesia camboyana
Los misioneros parisinos, históricamente activos y presentes en la evangelización de Camboya y otros países del sudeste asiático, fueron llamados de nuevo por la Santa Sede para ayudar a la comunidad camboyana tras la era de los Jemeres Rojos. En los años 90, cuando terminó aquella época marcada por la muerte y el sufrimiento, y la fe y la libertad religiosa empezaron a florecer de nuevo en el país, el Vicario Apostólico de Phnom-Penh fue primero Yves Ramousse, después Émile Destombes, y finalmente, desde octubre de 2010, Schmitthaeusler. Este último ha querido declarar a la Agencia Fides toda su satisfacción: "León XIV ha hecho un gran regalo a la Iglesia de Camboya al nombrar a un camboyano como coadjutor de Phnom-Penh. Es un paso muy importante para la Iglesia católica en Camboya", una comunidad que hoy cuenta con 23.000 fieles, el 0,13% de la población de un país donde cerca del 96% son budistas, el 2% musulmanes y el 1% restante profesa otras religiones. «El nombramiento de un camboyano - afirma monseñor Schmitthaeusler - es un signo de la madurez de la Iglesia local y una señal fuerte para arraigar aún más profundamente la pequeña Iglesia católica en la sociedad, la cultura y la vida de la nación».
Una fe joven
Nacido el 14 de abril de 1972 en Pho-Thom, el mismo pueblo donde nació el obispo Chhmar Salas, Pierre Suon Hangly es sacerdote desde el 9 de diciembre de 2001. Tras sus primeros destinos en Kampot-Kep y Takeo y sus estudios en el Instituto Católico de París, ejerció el servicio pastoral en Phnom-Penh, y luego dirigió la prefectura apostólica de Kompong-Cham desde julio de 2022. En la Iglesia camboyana, explica el nuevo coadjutor a L'Osservatore Romano, 'la fe de la población crece y se profundiza lentamente, y nosotros intentamos acompañar en particular a los jóvenes, nuestra esperanza. A ellos -continúa- les hemos dado el anuncio fundamental de la fe: el Evangelio llena el corazón y la vida entera de quien se encuentra con Jesús. Quien se deja tocar y salvar por Él encuentra la felicidad". Esto, recuerda, "puedo decir que sucedió en la historia de mi vocación, que germinó durante la Jornada Mundial de la Juventud celebrada en Roma con motivo del Jubileo del año 2000. Participé en ella con algunos jóvenes camboyanos. Nos reunimos en torno al Papa Juan Pablo II, escuchamos y acogimos sus palabras. Por eso hoy queremos acompañar a nuestros jóvenes a la JMJ, y esperamos acompañarles a Roma para que hagan una experiencia de fe, de compartir, de profunda fraternidad. Los jóvenes camboyanos fueron a la JMJ de Lisboa y fue una experiencia fructífera. Esperamos que el Señor nos guíe y nos dé fuerzas para seguir anunciando el Evangelio a los jóvenes".
La evangelización, un camino gozoso
En la labor de evangelización y testimonio, señala monseñor Hangly, «la Iglesia en Camboya está muy presente en los servicios sociales, en la educación, en la ayuda humanitaria, en las obras de caridad. En un país de tradición y cultura budista - concluye - estamos llamados a ser cristianos armonizando nuestra cultura y nuestra fe. Es un proceso largo, a veces hay dificultades, pero es un camino que seguimos con sencillez y alegría».
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