Padre Martín: el afecto por el Papa como un padre para nosotros
Antonella Palermo – Ciudad del Vaticano
Es un afecto sincero y genuino el que llega desde Papúa Nueva Guinea al Papa Francisco, nunca interrumpido desde la espera del Pontífice en aquella tierra el pasado mes de septiembre, constante y muy fuerte tanto durante el tiempo que Jorge Mario Bergoglio se vio obligado a pasar en el hospital como durante su convalecencia en la Casa de Santa Marta.
El padre Martín Prado, sacerdote del Verbo Encarnado y fraternal amigo del Papa, misionero argentino desde hace diez años en Vanimo, la remota aldea del archipiélago que visitó el Sucesor de Pedro, es el portavoz. Desde la selva, junto a los nativos, llega el agradecimiento por la reciente aprobación del Vaticano de llevar a los honores de los altares a Peter To Rot, nativo de la isla de Rakunai - Rabaul, el primer santo de FPa.
Los niños papúes han escrito al Papa al que aman
Frágiles y aprensivos, los papúes que tuvieron la oportunidad de conocer a Francisco y de conocer a esta figura «paterna» siguieron desde lejos, como pudieron, las informaciones sobre la salud del Papa.
«Le enviamos una nota esta semana. No sabemos si la recibió», dice el sacerdote, quien también fue testigo de las lágrimas de algunos jóvenes que evidentemente en los momentos más críticos no sabían qué pensar, a veces a merced de noticias falsas sobre el estado real de salud del Pontífice.
«Los niños le han escrito para decirle que lo quieren, que están felices de que haya vuelto a Santa Marta y que pensamos en él cuando estamos en la selva». Porque el Papa es uno más de la familia:
La canonización de To Rot
Enterarse de que el Papa desde el hospital pudo decidir autorizar el decreto sobre la canonización de Peter To Rot el 31 de marzo impresionó mucho al padre Martin.
«Era como San Juan Bautista, catequista cuando todos los sacerdotes y religiosos estaban en la cárcel, dando siempre buen ejemplo de Iglesia ante su pueblo y ante los que se oponían a la acción evangelizadora de los primeros misioneros. Verdaderamente una gran persona, un modelo a contracorriente», destacó el misionero.
La esperanza, esa desconocida
«Lo que me gusta del Jubileo es el nombre, el hecho de que el espíritu del Jubileo sea la esperanza», prosigue el padre Martin, lidiando con un compromiso pastoral que no es fácil, expuesto a todas las criticidades de un ámbito todavía inexplorado en muchos aspectos.
Admite que es necesario conocer esta virtud, «para vivirla realmente». Porque «la esperanza es una virtud un poco olvidada. Se habla poco de la esperanza". Prado subraya – y lo hace con gran humildad, acostumbrado como está no tanto a la reflexión teológica y académica como al campo y a la dimensión contemplativa de la caridad – cómo la esperanza es fruto de la caridad y de la fe».
Su lenguaje es sencillo, de pocas palabras y a menudo atravesado por el cansancio. Al fin y al cabo, es consciente de que se siente fuera de los circuitos del mainstream mediático, quizá una condición privilegiada para practicar con concentración la opción preferencial por los pobres.
«Debemos esperar en Él, que es vivir como en otro nivel en el mundo. No confiar en la fuerza, en los poderosos, sino esperar en Dios. Y esperar no sólo en la vida eterna, sino en el día a día, en lo cotidiano, en cada momento. Saber que Dios nos mira, que nos ama, que está presente en todo. De ello obtendremos paz, belleza, consuelo y alegría».
Gracias por haber leído este artículo. Si desea mantenerse actualizado, suscríbase al boletín pulsando aquí