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El presidente sirio Ahmed al-Sharaa en la inauguración de la Conferencia sobre el diálogo nacional en Damasco, 25 de febrero de 2025 El presidente sirio Ahmed al-Sharaa en la inauguración de la Conferencia sobre el diálogo nacional en Damasco, 25 de febrero de 2025  

Siria, Mourad: somos un país debilitado que necesita verdadera justicia

El arzobispo católico sirio de Homs habla del momento que atraviesa el país de Oriente Medio, que intenta construir un futuro post-Assad entre profundas incertidumbres y esperanzas de recuperación.

Jean-Charles Putzolu - Ciudad del Vaticano

Han pasado casi tres meses desde la caída del régimen sirio, tres meses desde que el nuevo Presidente Ahmed al-Sharaa intentó convencer de que es posible una nueva Siria, intercomunitaria e interreligiosa. Con este objetivo se celebró el pasado lunes, y hasta el 26 de febrero, una conferencia sobre el diálogo nacional en Damasco, con la ambición de representar a todos los sirios que llevan 14 años en sangrienta oposición: los partidarios del régimen alauita del partido Baath de Bashar al Assad, las distintas facciones rebeldes, los combatientes kurdos y los movimientos islámicos radicales de los que procede el nuevo autoproclamado jefe de Estado. Pero la realidad, vista desde dentro, sigue presentando grandes fragilidades acompañadas de incertidumbres. Mientras las nuevas autoridades intentan unir, el espíritu de venganza sigue acechando y la sombra de la ley islámica se cierne sobre el país. Para el arzobispo sirio de Homs, monseñor Jacques Mourad, «el periodo que atravesamos es delicado porque Siria se encuentra en un estado de debilidad total» y en una especie de «caos, sobre todo en el frente de la seguridad». Pero «aún tenemos esperanza en el futuro de nuestro país y de nuestro pueblo».

Los retos de la Siria actual

La alegría de las primeras horas de la «liberación del régimen» sigue muy presente. Esto ha «cambiado todos los corazones» y ha dado fuerzas para afrontar los enormes retos a los que se enfrenta el país. Siria debe dotarse de una justicia de transición, de una nueva Constitución, reformar sus instituciones y su economía y garantizar la unidad del territorio. El 1 de marzo debería ver la luz un nuevo gobierno que refleje la diversidad del pueblo sirio. En una señal alentadora, la UE decidió levantar parte de las sanciones, vigentes desde 2011, en los sectores de la banca, la energía y el transporte. El pueblo sirio «ama la vida y asume su responsabilidad», afirmó el arzobispo, que dijo confiar en la capacidad de las fuerzas vivas para comprometerse en el desarrollo y la renovación del país. «En muchas ocasiones (las nuevas autoridades) - recuerda el prelado - expresaron su compromiso y su deseo de que formáramos parte de esta nueva Siria». A pesar de las garantías recibidas y renovadas por Ahmed al-Sharaa, monseñor Mourad lamenta que los hechos no se correspondan con las promesas: «La Sharia y todas las demás leyes no son realmente un signo de una Siria abierta a todos, sino sólo a algunos». De hecho, subraya el arzobispo, «no es costumbre que las mujeres lleven el hiyab, está fuera de nuestra lógica». Al igual que los hombres y las mujeres no frecuentan por separados los lugares públicos, ni lo están en los medios de transporte. «Ya lo han impuesto, pero hasta ahora la gente obedece, pero no está contenta, no está convencida».

Siria, un ejemplo de convivencia

Está claro que tal clima de incertidumbre y violencia esporádica, a veces combinada con un espíritu de venganza contra los colaboradores del régimen de Assad, y en ausencia de un sistema judicial operativo, el clima no es propicio para el regreso de los millones de sirios expatriados. «Para que los desplazados y los cristianos puedan regresar», explicó monseñor Mourad, «deben cumplirse ciertas condiciones. En primer lugar, necesitamos un Estado que represente a todas las comunidades y a todas las confesiones», y luego «necesitamos una Constitución estable y clara, aceptada por todos. Si la Constitución se basara en la ley islámica, sólo volverían los suníes, no todos». Otra cuestión crucial, la de la justicia: «para nosotros sigue siendo un sueño, porque no hay justicia real en Siria». El arzobispo concluye recordando que Siria siempre ha sido un ejemplo de coexistencia pacífica y armonía entre comunidades, etnias y religiones. Así tendrá que ser en el futuro, «a pesar de todas las dificultades, de todos los retos que hay que superar y que aumentan la tensión». La gente es «buena y generosa» y «la política no tiene fuerza para cambiar los corazones del pueblo sirio».

 

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27 febrero 2025, 13:02